Yo estaba envuelta en piel
negra y blanca y
tú me deshiciste y entonces
me colocaste en luz dorada
y entonces me coronaste,
mientras la nieve caía
tras la puerta como dardos diagonales.
Mientras una nieve de diez pulgadas
caía como estrellas
en pequeños fragmentos de calcio,
estábamos en nuestros propios cuerpos
(ese cuarto que nos enterrará)
y tú estabas en mi cuerpo
(ese cuarto que nos sobrevivirá)
y al principio te froté
los pies secándolos con una toalla
porque yo era tu esclava
y entonces me llamaste princesa.
¡Princesa!
Oh entonces
me puse de pie en mi piel dorada
y me deshice de los Salmos
y me deshice de la ropa
y tú desataste la brida
y tú desataste las riendas
y yo desabroché los botones,
y deshice los huesos, los equívocos,
las postales de Nueva Inglaterra,
las noches de enero pasadas las diez
y nos erguimos como trigo,
hectárea tras hectárea de oro,
y cosechamos,
cosechamos.
4 comentarios:
El error es a la obstinación lo que la enfermedad es a la muerte.
De cuando estuve loco yo aún conservo
un par de gramos de locura en polvo
por si atacaran con su razón los cuerdos.
Huesos de Lorca,
tal vez bajo columpios
y toboganes.
(CUQUI COVALEDA)
La muerte, para los jóvenes, es naufragio; y para los viejos, llegar a puerto.
(GRACIÁN)
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