Esta soledad que arrasa el rescoldo de la risa,
lloro en mi sima ensimismada, laúd muerto,
hambre de no dormir ya entre tus labios,
invento amaneceres a tu lado.
Brisa de colibríes, el amor como un óxido
que cubre la cansada osamenta de la espera,
la inocente guardia en las esquinas
para verte pasar y nunca pasas.
Silencio metálico de campanas mudas,
nadie escucha caer las hojas de los días,
vida vacía, atroz espera sin alas.
Me duele todo menos tú, menos pensarte.
3 comentarios:
Nadie es como habla, sino como actúa.
El buen maestro aprende, también, de sus discípulos.
Mi marido está en la cama,
y yo aquí en la cabecera
con el rosario en la mano
pidiéndole a Dios que muera.
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