lunes, 14 de noviembre de 2016
Límites para decir (por Robert Haas)
El álamo centellea al viento
y eso nos deleita.
Las hojas danzan, giran sobre sí mismas,
porque ese movimiento en el calor de agosto
protege sus células y no se secan. Del mismo modo la hoja
del chopo.
De la reserva genética se elevó un tronco tembloroso
y el árbol bailó. No.
El árbol movió su cabeza.
No. Hay límites para decir,
con el lenguaje, lo que el árbol hizo.
Es bueno a veces para la poesía sentirnos decepcionados.
Danza conmigo, bailarín. Oh, lo deseo.
El álamo hace algo en el viento.
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4 comentarios:
El creador de una obra nunca puede llegar a percibirla como espectador.
Como un felino
se defiende con garras
la zarzamora.
(CUQUI COVALEDA)
Cuqui, se llama convergencia evolutiva.
Entre los juncos y la baja tarde,
¡qué raro que me llame Federico!
(LORCA)
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