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viernes, 14 de julio de 2017

Lo que se toca y salva (por Efraín Huerta)



Lo que más breve sea:

la paloma, la flor,
la luna en las pupilas;

lo que tenga la nota más suave:
el ala con la rosa,
los ojos de la estrella;

lo tierno, lo sencillo,
lo que al mirarse tiembla,
lo que se toca y salva
como salvan los ángeles,
como salva el verano
a las almas impuras;

lo que nos da ventura e igualdad
y hace que nuestra vida
tenga el mismo sabor
del cielo y la montaña.
Eso que si besa purifica.

Eso, amiga: tus manos.



10 comentarios:

cajón desastre dijo...

Una brizna de hierba.
Detrás, una montaña,
pero nadie la ve.

(DHIRO)

hAiKu dijo...

Nadie me llama.
Lejos suena un teléfono.
Nadie responde.

(SUSANA BENET)

Cide Hamete Benengeli dijo...

Soñé que me querías
la otra mañana
y soñé al mismo tiempo
que lo soñaba.
Que para un triste
aun las cosas soñadas
son imposibles.

Fred dijo...

Veo que habéis visitado el blog de Laura... Con ello he cumplido, en parte, con vuestra petición de que os facilitara algo de este curioso impertinente (al menos la voz y algún escritillo) llamado F ederico.
Saludos cordiales a la peña.

zUmO dE pOeSíA (emilia, aitor y cía.) dijo...

Gracias, amigo Fred. Y no creas que con esto has cumplido al 100%. Esperamos muchas más cosas de ti.

Fred dijo...

Sosegaos... No sus quejéis del material fungible que desde hace bastantes años (con las naturales ondulaciones de la gráfica de frecuencia) os vengo endilgando, queridos amigos de Zumo de Poesía, para mí una de las peñas más diáfanas y nobles que pululan en la blogosfera. Si recopilarais tanto texto, tanta osada voltereta del discurso, las inmersiones retro al dorado cervantino, las surreales entelequias que os brindo..., sin duda iba a haber para un librito terciado. Me refiero al volumen del volumen resultante, no a la excelencia de lo escrito.
Añoro los tiempos de Emilia Alarcón, cuando el Bachiller hacía poco que había dejado de calentar banco en Salamanca y yo le escribía inquiriendo sobre un asunto. Así le preguntaba, y el ventalle de cedros aire daba:
DON ALONSO

Qué vais a ser pedante, Karrastkho: sois muy rico.
Ruego a vuesa merced -si ello os pluguiera y estuviese de vuestra mano hacello- que me dijeseis cuál era el nombre de un como sudario de lienzo en el que las mujeres de Salamanca se envolvían para bañarse en las aguas del Tormes, al caer la tarde y cuando los rigores de la primavera bien cumplida y del estío movíanlas a refrescarse en las aguas del susodicho río, allá por Santiago del Arrabal, bien cerca de los primeros arcos del puente romano y del Verraco, obra dicen de nigromantes y aún de criaturas infernales.
Pregúntolo a vuesa merced pues me consta que sois bachiller por aquella señera Universidad, y que habéis dejado un rastro en pos vuestro de deudas y de dislates de estudiante calamitoso, aunque esbozasteis un bien aderezado víctor en un muro de la Calle de las Empedradas que, como recordaréis, abundaba en figones, lupanares y garitos de jugadores de dados".

El bachiller Sansón Karrasko dijo...

¡Cómo pasa el tiempo, amigo Fred! Por suerte todo queda guardado en los archivos del blog. Recuerdo las reuniones iniciales del grupo, los sábados a las 5 de la tarde en la terraza del Alhambra Palace. Después el personal se fue disgregando geográficamente, e incluso internacionalizando. Las reuniones dejaron de ser físicas (sólo químicas). En fin, son ya ocho años, y esperemos que nos sean concedidos muchos más por la Superioridad Cósmica. Un fuerte abrazo.

Cide Hamete Benengeli dijo...

Decir que todo acabó
qué trabajito me cuesta,
si paso las horas muertas
rondando tu callejón.

Lloviendo amares dijo...

a pesar de las madres
todo niño está abandonado
sobre la vastedad de una tierra callada

(JOSÉ WATANABE)

TóTUM REVOLùTUM dijo...

Sí, he sido mi padre y he sido mi hijo, me he planteado preguntas y las he contestado lo mejor que pude, me he hecho repetir, noche tras noche, la misma historia, que me sabía de memoria sin poder creerla, o nos íbamos, cogidos de la mano, mudos, sumergidos en nuestros mundos, cada uno en sus mundos, con las manos olvidadas, una en la otra. Así he sobrevivido, hasta el presente. Y aún esta noche parece que todo marcha bien, estoy en mis brazos, me sostengo entre mis brazos, sin mucha ternura, pero fielmente, fielmente. Durmamos, como bajo aquella lejana lámpara, embrillados, por haber hablado tanto, escuchado tanto, penado tanto, jugado tanto.

(SAMUEL BECKETT)