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miércoles, 16 de mayo de 2018

Forcejean (por Jairo Rojas)


El cuerpo es un maestro
—dice—
mientras él forcejea con los brazos
que se le alzan solos
que buscan poseídos la hojilla
para abrir todas las carnes desde su pecho oscurecido
mientras, también, pugna con las piernas que se desplazan al lugar
donde quemarse
donde quemar la vida quieren

ahí se oye toda la lucha de siempre

la intensión es la fuerza que despereza el cuerpo
se sabe

el cuerpo: amigo de la muerte
inquilino del alma
causa de la lápida que visitan pájaros y gatos
sombra de los movimientos del pensamiento
templo que se autodestruye por falta de fuego
que oye el gallo que anuncia la noche
embriagado con la pereza
mal acostumbrado a las vibraciones más groseras
que olvida su próxima fecha de vencimiento
indistinto del cielo
que vio luz saliendo unido a Ella
espejo de todos los que pasarán por este mundo
maestro
que hace resistencia
que se la pasa viendo lo invisible

forcejean recorriendo los astros del cuarto
tumbando los discos del alba los libros que muchos pobres no leerán
porque sólo pensarán en dinero,
le agarra ese bello pelo largo hecho de viento
lo tira a la esquina
y se muere de la risa cuando cae (n)
él y su templo

así se aprende la lección
con mano dura sobre la mano dura, alzada
para saber quién es el que Manda.


4 comentarios:

Tragikomedia dijo...

A batalla de amor, campo de plumas.

Ignatius Reilly dijo...

Como las demás tiranías, esta de la mayoría fue al principio temida, y lo es todavía, cuando obra, sobre todo, por medio de actos de las autoridades.

Pero las personas reflexivas se dieron cuenta de que cuando es la sociedad misma el tirano, sus medios de tiranizar no están limitados a los actos que puede realizar mediante sus funcionarios políticos.

La sociedad puede ejecutar, y ejecuta, sus propios decretos; y si dicta malos decretos en vez de buenos, o si los dicta a propósito de cosas en las que no debería mezclarse, ejerce una tiranía social más formidable que muchas de las opresiones políticas, ya que, si bien no suele tener a su servicio penas tan graves, deja menos medios para escapar de ella, pues penetra mucho más en los detalles de la vida y llega a encadenar el alma.

Por eso no basta la protección contra la tiranía del magistrado. Se necesita también la protección contra la tiranía de la opinión y sentimiento prevalecientes; contra la tendencia de la sociedad a imponer, por medios distintos de las penas civiles, sus propias ideas y prácticas como reglas de conducta a aquellos que disientan de ellas; a ahogar el desenvolvimiento, a impedir la formación de individualidades originales y a obligar a todos los caracteres a moldearse sobre el suyo propio.

(JOHN STUART MILL)

cajón desastre dijo...

La literatura no necesita ni un escritor más y en cambio los libros que aún no he leído sí que me necesitan.

(NEORRABIOS@)

casa de citas dijo...

Se encuentra el destino muchas veces al pretender huir del destino.

(LA FONTAINE)