No vuelo sobre él, no huyo de él
entre las raíces de los árboles. Estoy demasiado cerca.
Ni de mi dedo rueda el anillo.
Estoy demasiado cerca. La gran casa arde
sin mí gritando socorro. Demasiado cerca
para que taña la campana en mi cabello.
Estoy demasiado cerca para que pueda entrar como un huésped
que abriera las paredes a su paso.
Ya jamás volveré a morir tan levemente,
tan fuera del cuerpo, tan inconsciente,
como antaño en su sueño. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca. Oigo el silbido
y veo la escama reluciente de esta palabra,
petrificada en abrazo. Él duerme,
en este momento, más al alcance de la cajera de un circo
ambulante con un solo león, vista una vez en la vida,
que de mí que estoy a su lado.
Ahora, para ella crece en él el valle
de hojas rojas cerrado por una montaña nevada
en el aire azul. Estoy demasiado cerca
para caer del cielo. Mi grito
sólo podría despertarle. Pobre,
limitada a mi propia figura,
pero he sido abedul, he sido lagarto,
y salía de tiempos y damascos
mudando los colores de mi piel. Y tenía
el don de desaparecer de sus ojos asombrados,
lo cual es la riqueza de las riquezas. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca para que sueñe conmigo.
Saco mi brazo que está bajo su cabeza dormida,
mi brazo dormido, lleno de agujas imaginarias.
En la punta de cada una de ellas, para su recuento,
se han sentado ángeles caídos.
4 comentarios:
Me pregunto: dónde está la belleza, dónde el bien.
Yo sé que existen.
Los he besado con mis propios labios.
He pasado mis dedos azulados por sus suavísimos contornos.
Yo misma he sostenido sus pilares y pinté sus colores y pronuncié sus nombres.
Dónde afluyó entonces todo eso, dónde ha parado.
(SARA MESA)
Nunca aprendió
Carlomagno a montar
en bicicleta.
(CUQUI COVALEDA)
Hola, Cuqui.
Hola, amigo F. De vez en cuando se me ocurren estas anacronías y les doy forma de haiku. Pero ya sé que no lo son (haikus), sólo anacronías.
Nunca tripulan
Magallanes ni Elcano
un submarino.
SALUDOS
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