o santo en la tumba,
¿a cuál imitar
para dormir?
La luna penetrante observa
desde la espalda del cielo,
las nubes vuelven a casa
como una grey obediente.
Gotas luminosas de tiempo,
una y dos resuenan,
me doy la vuelta y yazgo quieto,
con las manos enlazadas;
niño de convento, Papa,
ellas eligen tal estado,
y sus mentes lucen la inmensa paz
de las arenas niveladas por el mar.
He aquí mis pensamientos.
pero el sueño permanece lejos
hasta que me encorvo de lado
como un feto nuevamente,
pues el sueño, como la muerte,
hay que ganárselo sin orgullo,
con un asentimiento natural,
con una falta total de esfuerzo
y una pérdida de estatura.
4 comentarios:
Quizá debamos descansar (desconectar) durante una parte del día de la realidad. Demasiada realidad -seguida y sin pausa ni tregua- nos mataría (si es que ya no lo hace).
No soy un hombre que sabe. He sido un hombre que busca y lo soy aún, pero no busco ya en las estrellas ni en los libros: comienzo a escuchar las enseñanzas que mi sangre murmura en mí. Mi historia no es agradable, no es suave y armoniosa como las historias inventadas; sabe a insensatez y confusión, a locura y a sueño, como la vida de todos los hombres que no quieren mentirse más a sí mismos.
(HERMANN HESSE)
Soñé que el sol era frío.
Soñé que la nieve ardía.
Y entre sueños imposibles
soñé que tú me querías.
Es tanto más lo que sucede a nuestras espaldas, nuestra capacidad de conocimiento es minúscula, lo que está más allá de un muro ya no lo vemos, o lo que está a distancia, basta con que alguien cuchichee o se aleje unos pasos para que ya no oigamos lo que está diciendo, y puede que nos vaya la vida en ello, basta con que no leamos un libro para que no sepamos la principal advertencia, no podemos estar en más que en un sitio en cada momento, e incluso entonces a menudo ignoramos quiénes nos estarán contemplando o pensando en nosotros, quién está a punto de marcar nuestro número, quién de escribirnos, quién de querernos o de buscarnos, quién de condenarnos o asesinarnos y así acabar con nuestros escasos y malvados días, quién de arrojarnos al revés del tiempo o a su negra espalda.
(MARÍAS)
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