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domingo, 8 de septiembre de 2019

Quién habitó esos días (por Antonio Lucas)


Del otro lado de la infancia vienen esas voces de colores,
estos lápices que tensan la verdad de la mañana:
volcán de niños golpeando el aroma de las flores en los parques.

Una vez ahí te viste, aunque no te reconoces,
coronado de cintas y dragones.
Clavicordio de risa permanente dando forma al vacío
de las horas, verbo al sueño. Ganando mil batallas.
Nunca el tiempo fue tan bello ni más alta su cima.

Caballos de cartón cruzando el cielo.

Y nunca te asustó la fiebre, porque estaba hecha de espuma,
plegada en un océano de sábanas.
El dolor, entonces, aún era misterio.

Hacías de la tarde un vasto territorio,
un triángulo de llanto con sol en cada esquina;
y lentamente abrías abismos a tu paso,
vengabas las estrellas
lanzando tus ejércitos de llamas en la noche:
sonora turba, virgen sin secretos.

¿Quién habitó esos días despojados de ira?
¿Quién anunciaba la muerte con pantalones cortos?
¿Quién dejó allá abajo, del otro lado de la infancia,
su huella como honda epifanía, su ansia de lo eterno?

De aquello que aprendiste nada queda,
pues tu memoria de entonces crepita en la memoria de los otros.
A veces es ceniza, a veces pura música inconcreta,
un círculo de oro con libélulas,
una leve vibración como un estanque,
una cueva de cristal dentro del pecho.

Era edad sin edad,
semilla verdadera.
Jamás andar descalzo fue tan cierto.


2 comentarios:

Isidoro Capdepón dijo...

hubo una costurera que me contaba cuentos, hubo una caja de gusanos de seda, hubo una colección de chapas de botellas, hubo una tía-abuela que me hacía cometas, hubo otra tía que me hacía natillas, hubo un álbum de el porqué de las cosas, hubo un cinexín y una bicicleta verde y un juego de química, hubo un amigo con corral de gallinas, hubo una perra que se alegraba al verme, hubo trocitos, sí, hubo pequeños asomos de felicidad

Fuego de palabras dijo...

Nuestras vidas son suizas,
tan quietas, tan frías,
hasta que una tarde extraña
los Alpes se olvidan de sus cortinas
y miramos detrás.

Italia está al otro lado
mientras, en medio como un guardia,
los Alpes solemnes,
los Alpes sirenas
se interponen para siempre.

(EMILY DICKINSON)