domingo, 8 de agosto de 2010
Es la hora del plomo (por Emily Dickinson)
Después de un gran dolor, uno se hace formal.
Los nervios se apoltronan, como tumbas.
El corazón ya tieso se pregunta
si fue él quien lo pudo soportar,
si fue ayer o hace siglos.
Los pies, igual a autómatas, recorren
en el suelo, en el aire, en el vacío
un sendero del bosque
que ha nacido al descuido.
Resignación de cuarzo, como piedra.
Es la hora del plomo.
Si se la sobrevive, es recordada
como quien soportó nieves glaciales,
frío -al principio-, luego aturdimiento,
después dejarse ir.
Los nervios se apoltronan, como tumbas.
El corazón ya tieso se pregunta
si fue él quien lo pudo soportar,
si fue ayer o hace siglos.
Los pies, igual a autómatas, recorren
en el suelo, en el aire, en el vacío
un sendero del bosque
que ha nacido al descuido.
Resignación de cuarzo, como piedra.
Es la hora del plomo.
Si se la sobrevive, es recordada
como quien soportó nieves glaciales,
frío -al principio-, luego aturdimiento,
después dejarse ir.
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6 comentarios:
Quien se va sin que le eches, vuelve sin que le llames.
Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte.
(DA VINCI)
Yo no sé si Dios existe, pero estoy seguro de que, si existe, mi duda no le molestará.
(BENEDETTI)
Harto de comer carne, el diablo se metió a fraile.
Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.
(BECKETT)
Los ríos más profundos son los más silenciosos.
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