jueves, 28 de abril de 2011
Con espinas (por Luis García Montero)
Por favor, no hagan ruido
en la tranquilidad de este poema
escrito con la mano
del que cierra la puerta al apagar la luz.
Mis tres hijos acaban de dormirse.
Necesito el silencio para pensar en ellos.
Colores indelebles en un lápiz
de trazado infantil,
vuelvo a dibujar
-pero esta vez en serio-
un árbol, una casa, una memoria
de una luz encendida
con sabor a diciembre,
los cristales del miedo
y la ilusión del porvernir
bajo el sol
de los días laborables.
Un hijo es el segundo país donde nacemos.
Con su falta de edad nos hace cumplir años
y nos devuelve
al mundo del reloj,
a las llamadas telefónicas
que son una raíz
en la orilla del tiempo.
Un hijo nos enseña a preguntar
con voz de agua
la verdad decisiva de la tierra.
Ser como juncos, y en amor flexibles,
no asegura respuestas
ni confirma el reposo.
Elisa, Irene, Mauro,
cada cual con su puerto y con su lluvia,
luces cambiantes en el mismo río.
Nadie comente, por favor,
que acabo de escribirles un poema.
Los hijos crecen con espinas.
Nunca sé imaginar
lo que pueden decir de lo que digo,
lo que pueden pensar de lo que pienso,
lo que pueden hacer de lo que hago.
en la tranquilidad de este poema
escrito con la mano
del que cierra la puerta al apagar la luz.
Mis tres hijos acaban de dormirse.
Necesito el silencio para pensar en ellos.
Colores indelebles en un lápiz
de trazado infantil,
vuelvo a dibujar
-pero esta vez en serio-
un árbol, una casa, una memoria
de una luz encendida
con sabor a diciembre,
los cristales del miedo
y la ilusión del porvernir
bajo el sol
de los días laborables.
Un hijo es el segundo país donde nacemos.
Con su falta de edad nos hace cumplir años
y nos devuelve
al mundo del reloj,
a las llamadas telefónicas
que son una raíz
en la orilla del tiempo.
Un hijo nos enseña a preguntar
con voz de agua
la verdad decisiva de la tierra.
Ser como juncos, y en amor flexibles,
no asegura respuestas
ni confirma el reposo.
Elisa, Irene, Mauro,
cada cual con su puerto y con su lluvia,
luces cambiantes en el mismo río.
Nadie comente, por favor,
que acabo de escribirles un poema.
Los hijos crecen con espinas.
Nunca sé imaginar
lo que pueden decir de lo que digo,
lo que pueden pensar de lo que pienso,
lo que pueden hacer de lo que hago.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
12 comentarios:
Hermoso poema. Huele a aunténtico.
De haber tenido yo una niña había decidido llamarla Irene, como una de las hijas del poeta.
Las cosas fueron bien distintas.
Feliz fin de semana, Emilia.
"Hijo soy de mi hijo: él me rehace".
(José Martí)
Feliz fin de semana, F. Que goces y descanses.
No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió.
(SABINA)
De todas las despedidas
esta mía es la mejor:
que en los clavos de tu puerta
se queda mi corazón.
Todo gran poeta nos plagia
(ORTEGA)
Viento atrapado deja de ser viento.
La ametralladora suena a máquina de escribir de la muerte.
"Oj-alá":
"Quiera Dios" -¡ otro Dios !-
lo que anhelamos.
(CUQUI COVALEDA)
"Oj-Alá" que...:
"Quiera Dios" -¡ otro Dios !-
lo que anhelamos.
Sin anzuelo no se puede pescar bacalao.
(proverbio portugués)
Iba a decir
“Mira, una luciérnaga”.
Pero estoy solo.
(TAIGI)
Tu marido y el mío
se han insultado.
Se han llamado cornudos
y han acertado.
Publicar un comentario