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domingo, 17 de abril de 2011

En vano (por Emily Dickinson)

Si consigo impedir que un corazón se rompa
no habré vivido en vano.
Si consigo aliviar el sufrimiento de una vida
o calmar un dolor
o ayudar a un petirrojo exánime
a volver a su nido
no habré vivido en vano.

7 comentarios:

Agridulce dijo...

En vano: qué expresión más fea: hacer algo en vano. Me acuerdo de cuando me hacían aprender de memoria el catecismo y el segundo mandamiento era No tomarás el nombre de Dios en vano. Y yo ¿qué querrá decir en vano? Pero ahora sé que vano es vacío, y que justamente eso es la vanidad de tanta gente vana y vanidosa: pura vacuidad, puro vacío.

Cide Hamete Benengeli dijo...

Guitarra del mesón: hoy suenas jota,
mañana petenera,
según quien llega y tañe
tus empolvadas cuerdas.

Aldonza Lorenzo dijo...

Cuchillo que no corta, si se pierde no importa.

tERESa pANZA dijo...

A cada pez, le llega su vez.

hAiKu dijo...


Muere en Lepanto
el soldado Cervantes.
Nunca hay Quijote.

(CUQUI COVALEDA)

casa de citas dijo...


¿Tener yo pensamientos? ¡Bueno! ya sé que por señor me quieren. ¿Pero hacerse uno mismo pensamientos? ¡Con qué gusto olvidaría yo tal arte! A aquel que se fabrica pensamientos, sus mismos pensamientos lo dominan; Y yo no quiero servir ahora ni nunca.

(NIETZSCHE)

Fuego de palabras dijo...

Mira cómo esa gota del Oriente,

caída desde el seno matinal

sobre la rosa en flor,

ignorando su nueva residencia,

aprisiona en su propia redondez

la diáfana región donde ha nacido;

y en la extensión de ese pequeño globo

su elemento natal guarda solícita.

Mira cómo desdeña el solo roce

de la purpúrea flor en la que yace;

volviendo su mirada hacia los cielos,

brilla con luz doliente,

lo mismo que una lágrima,

por alejarse tanto de su Esfera.

Rueda, inquieta y mudable,

y tiembla, por temor a hacerse impura,

hasta que el sol ardiente se conmueva

y a los cielos de nuevo la evapore.

Así el alma, esa gota y ese rayo

del claro manantial de eterno día,

pudiera contemplarse en flor humana.

Recordando su altura primigenia,

huye de verdes flores y hojas tiernas,

y acordándose de su propia luz

dice en puros, redondos pensamientos

el cielo superior en otro mínimo.

En qué figura esquiva y ovillada

gira por todas partes,

excluyendo así el mundo,

pero acogiendo el día.

Oscura por abajo, clara arriba,

altiva aquí y enamorada allá.

Qué libre y deseosa de partir,

qué preparada para la ascensión.

Vibra tan solo sobre un punto, abajo,

mientras lo curva todo hacia la altura.

Así cayó el maná, sacro rocío,

entero y blanco, frío y coagulado

sobre la tierra. Al disolverse, se une

a la gloria del sol omnipotente.

(ANDREW MARVELL)