domingo, 25 de marzo de 2012
He olvidado mi cuerpo (por Eduardo Jordá)
Hace fresco, aunque el sol es de verano.
Dos estelas de avión cruzan el cielo.
He olvidado mi cuerpo, y él a mí.
Huele a mar (¿pero dónde está?), y al heno
de las granjas de Irlanda (¿qué fue de ellas?).
El viento se entretiene en los almendros
del campo que cruzaban mis amigos
siempre que se escapaban del colegio
(ya no queda ninguno). Oigo sus risas
llamándome. A mi lado está mi abuelo,
que me coge la mano y me levanta
y me enseña un camino. Sin esfuerzo,
llegaré hasta los juncos de Lough Gill,
y después llegaré al campo de brezo,
y luego llegaré a Puerto Escondido,
y también a Son Moll, y no habrá viento.
Y después llegaré hasta la calle
donde di, avergonzado, el primer beso.
Tengo cinco años, quince años, noventa
o tal vez muchos más. O ya estoy muerto
y he llegado, asombrado, al paraíso
(¿quién puede asegurarme que no es cierto?).
Hay moras en mis labios, oigo un pájaro
que canta junto a un lago. También veo
un tobogán, caballos, una cala.
El ruido de los coches trae el eco
del mar. Estoy aquí, infinito, joven,
insaciable de dicha. Y todo es nuevo.
Dos estelas de avión cruzan el cielo.
He olvidado mi cuerpo, y él a mí.
Huele a mar (¿pero dónde está?), y al heno
de las granjas de Irlanda (¿qué fue de ellas?).
El viento se entretiene en los almendros
del campo que cruzaban mis amigos
siempre que se escapaban del colegio
(ya no queda ninguno). Oigo sus risas
llamándome. A mi lado está mi abuelo,
que me coge la mano y me levanta
y me enseña un camino. Sin esfuerzo,
llegaré hasta los juncos de Lough Gill,
y después llegaré al campo de brezo,
y luego llegaré a Puerto Escondido,
y también a Son Moll, y no habrá viento.
Y después llegaré hasta la calle
donde di, avergonzado, el primer beso.
Tengo cinco años, quince años, noventa
o tal vez muchos más. O ya estoy muerto
y he llegado, asombrado, al paraíso
(¿quién puede asegurarme que no es cierto?).
Hay moras en mis labios, oigo un pájaro
que canta junto a un lago. También veo
un tobogán, caballos, una cala.
El ruido de los coches trae el eco
del mar. Estoy aquí, infinito, joven,
insaciable de dicha. Y todo es nuevo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
7 comentarios:
Envejecemos nosotros y en cambio el viento, los almendros, el camino, los juncos, el campo de brezo, la calle, el tobogán, la cala..., ellos no envejecen.
Y sin embargo aquí estamos, envejecidos, sí, pero también jóvenes. Viejos pero infinitos.
Me fui antes que tú
para no ver cómo te marchabas.
La clave es ¿ O ya estoy muerto ?, es de lo mejor que he leído y me recuerda al infinito artista que fue Tarskovski.
Los sueños nos enseñan lo que habrá detrás de la muerte
Si recuerdas tus sueños , estos te servirán de ayuda
nunca te fíes de quien desconfía o se burla de tus sueños
seguramente él no los tiene, te hará el mal
Potencia tus decisiones en base a tus sueños
harán que te conozcas mejor , forjarán tu creencia
Dicen que los aborígenes fusionan los sueños con las realidades quizás ese sea el origen de los sacrificios , de la nostalgia , del acecho ¿ Existirá el realismo mágico ? , bueno una cosa es lo que se escribe y otra cosa es la verdad, patrimonio de cada uno y que es muy respetable. Jamás se me ocurriría quemar un Corán en un zoco de Rabat o Kandahar porque yo no crea en Ala . Allá cada cual con sus creencias o como se dice en España " allá cada cual con sus faroles "
Los sueños sueños y la vida es sueño que dijo quien todos conocemos
Toda realidad que se ignora prepara su venganza.
(ORTEGA)
Demasiada luz ciega.
(proverbio salvadoreño)
El albañil hace la obra, y el maestro es quien la cobra.
Di, Jesucristo, ¿por qué
me besan tanto los pies?
Soy San Pedro aquí sentado,
en bronce inmovilizado,
no puedo mirar de lado
ni pegar un puntapié,
pues tengo los pies gastados,
como ves.
Haz un milagro, Señor.
Déjame bajar al río,
volver a ser pescador,
que es lo mío.
(ALBERTI)
Publicar un comentario