lunes, 19 de marzo de 2012
Nada deben (por Eduardo Jordá)
Los míos no dejaron documentos.
Nada se sabe de ellos, más allá
de algunas conjeturas. Fueron pobres,
nunca hicieron preguntas, aceptaron
todo cuanto el buen Dios les destinó.
Comieron, engendraron y murieron
sin orgullo y sin odio, jubilosos
si llegaban a viejos, y afligidos
si debían marcharse antes de hora.
En catalán se amaron e insultaron,
y en catalán se despidieron de este mundo,
y me siento un traidor al evocarlos
en una lengua que ellos no entendían.
Dejaron pocas fotos, escasas posesiones,
ningún escudo heráldico. Fueron campesinos,
cocheros, empleados, cocineros:
gente sin importancia que no ensució la Historia
porque la Historia, por suerte, no se acordó de ellos.
Si protestaron, siempre fue en voz baja.
Los oyeron sus hijos, sus mujeres, sus amos,
pero nunca el buen Dios, duro de oído.
Y ahora están mezclados con la tierra
y forman el paisaje de un suburbio.
Son esquinas, colmados, adoquines
y cafés llenos de humo. Son caballos
rodeados de tábanos. Son tapias.
Son plazuelas desiertas con farolas,
tal vez cascotes, grúas, barro. Sé
que nadie los reclama ni recuerda.
Con ellos no fue próspera esta isla,
ni tampoco más pobre. Nada deben.
Nada importante hicieron o dejaron.
Ni siquiera yo sé cuál es su historia,
y aunque la conociera, también sería inútil.
¿Quién podrá redimirlos, devolviéndoles
todo cuanto les fuera arrebatado?
De nada servirán estas palabras.
Irán, como las vidas de los míos,
como su amor y su fe, su alegría
y su temor, a perderse muy pronto
en esta oscuridad que nos envuelve.
Nada se sabe de ellos, más allá
de algunas conjeturas. Fueron pobres,
nunca hicieron preguntas, aceptaron
todo cuanto el buen Dios les destinó.
Comieron, engendraron y murieron
sin orgullo y sin odio, jubilosos
si llegaban a viejos, y afligidos
si debían marcharse antes de hora.
En catalán se amaron e insultaron,
y en catalán se despidieron de este mundo,
y me siento un traidor al evocarlos
en una lengua que ellos no entendían.
Dejaron pocas fotos, escasas posesiones,
ningún escudo heráldico. Fueron campesinos,
cocheros, empleados, cocineros:
gente sin importancia que no ensució la Historia
porque la Historia, por suerte, no se acordó de ellos.
Si protestaron, siempre fue en voz baja.
Los oyeron sus hijos, sus mujeres, sus amos,
pero nunca el buen Dios, duro de oído.
Y ahora están mezclados con la tierra
y forman el paisaje de un suburbio.
Son esquinas, colmados, adoquines
y cafés llenos de humo. Son caballos
rodeados de tábanos. Son tapias.
Son plazuelas desiertas con farolas,
tal vez cascotes, grúas, barro. Sé
que nadie los reclama ni recuerda.
Con ellos no fue próspera esta isla,
ni tampoco más pobre. Nada deben.
Nada importante hicieron o dejaron.
Ni siquiera yo sé cuál es su historia,
y aunque la conociera, también sería inútil.
¿Quién podrá redimirlos, devolviéndoles
todo cuanto les fuera arrebatado?
De nada servirán estas palabras.
Irán, como las vidas de los míos,
como su amor y su fe, su alegría
y su temor, a perderse muy pronto
en esta oscuridad que nos envuelve.
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14 comentarios:
"Gente sin importancia que no ensució la Historia". Pues no es poca cosa, no, ni ausente de mérito, pasar por este mundo sin ensuciarlo.
Magnífico poema. Lo que me gusta de este sitio es que diraiamente hay un buen poema para leer. A quienes nos gusta la buena poesía nos molesta la gran cantidad de poemas mediocres, algunos incluso malísimos, que proliferan por doquier. En esta página sin embargo parece haber un filtro por el que no pasan los que no merecen lectura. Gracias y un saludo.
Es curioso que sólo pasan a la historia los que la ensuciaron. Los decentes, la gente limpia que vivió con decoro y no hizo brotar lágrimas ajenas, es como si no hubieran existido. ¿Por qué será?
Amigo LuisMi, ya se sabe. Creo que fue Confucio quien lo dijo:
"El bien no suele hacer ruido. El ruido no suele hacer bien".
A la historia solo pasan los hijoputas.
Era exactamente igual que yo. Es decir, si se le describiera, la descripción de él sería la misma descripción que se haría de mí. Y sí, era un imbécil.
Frecuentemente llamamos sensatos a los que piensan como nosotros.
(LA ROCHEFAUCAULD)
Yo no sé como vives
tan sosegado,
debiendo lo que tienes
y sin pagarlo.
Bien se evidencia
que duermen los tramposos
a pierna suelta.
Para tener poca salud, quizá mejor ninguna.
De enamorado a loco, media muy poco.
En ciencia, cada respuesta genera una nueva pregunta.
(HUME)
El amor que se alimenta de regalos siempre tiene hambre.
(proverbio galés)
El hombre no puede resistir demasiada realidad.
(T. S. ELIOT)
ALMENDRO EN FLOR
Inconformista.
Florece en pleno invierno
una esperanza.
(JOSÉ MATEOS)
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