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lunes, 12 de marzo de 2012

Un cuerpo que retorna a sus orígenes (por Antonin Artaud)

Evoco el mordisco de inexistencia y de imperceptibles cohabitaciones. Venid, psiquiatras, os llamo a la cabecera de este hombre abotargado pero que todavía respira. Reuníos con vuestros equipos de abominables mercaderías en torno de ese cuerpo extendido cuan largo es y acostado sobre vuestros sarcasmos. No tiene salvación, os digo que está intoxicado, y harto de vuestros derrumbamientos de barreras, de vuestros fantasmas vacíos, de vuestros gorjeos de desollados.
Está harto.

Pisotead, pues, ese cuerpo vacío, ese cuerpo transparente que ha desafiado lo prohibido. Está muerto. Ha atravesado aquel infierno que le prometíais más allá de la licuefacción ósea, y de una extraña liberación espiritual que significaba para vosotros el mayor de todos los peligros. ¡Y he aquí que una maraña de nervios lo domina!

Ah medicina, aquí tenéis al hombre que ha tocado el peligro. Has triunfado, psiquiatra, has triunfado, pero él te sobrepasa. El hormigueo del sueño irrita sus miembros embotados. Un conjunto de voluntades adversas lo afloja, elevándose en él como bruscas murallas. El ciclo se derrumba estrepitosamente. ¿Qué siente? Ha dejado atrás el sentimiento de sí mismo. Se te escapa por miles y miles de aberturas. Crees haberlo atrapado y es libre. No te pertenece.
No te pertenece. Denominación. ¿Hacia dónde apunta tu pobre sensibilidad? ¿A devolverlo a las manos de su madre, a convertirlo en el canal, en el desaguadero de la más ínfima confraternidad mental posible, del común denominador consciente más pequeño?

Puedes estar tranquilo: él es consciente.

Pero es el Consciente Máximo.

Pero es el pedestal de un soplo que agobia tu cráneo de torpe demente pues él ha ganado por lo menos el hecho de haber derribado la Demencia. Y ahora, legiblemente, conscientemente, claramente, universalmente, ella sopla sobre tu castillo de mezquino delirio, te señala, temblorcillo atemorizado que retrocede delante de la Vida-Plena.

Pues flotar merced a miembros grandilocuentes, merced a gruesas manos de nadador, tener un corazón cuya claridad es la medida del miedo, percibir la eternidad de un zumbido de insecto sobre el entarimado, entrever las mil y una comezones de la soledad nocturna, el perdón de hallarse abandonado, golpear contra murallas sin fin una cabeza que se entreabre y se rompe en llanto, extender sobre una mesa temblorosa un sexo inutilizable y completamente falseado,
surgir al fin, surgir con la más temible de las cabezas frente a las mil abruptas rupturas de una existencia sin arraigo; vaciar por un lado la existencia y por el otro retomar el vacío de una libertad cristalina.

En el fondo, pues, de ese verbalismo tóxico, está el espasmo flotante de un cuerpo libre, de un cuerpo que retorna a sus orígenes, pues está clara la muralla de muerte cortada al ras y volcada. Porque así procede la muerte, mediante el hilo de una angustia que el cuerpo no puede dejar de atravesar. La muralla bullente de la angustia exige primero un atroz encogimiento, un abandono primero de los órganos tal como puede soñarlo la desolación de un niño. A esa reunión de padres sube en un sueño la memoria, rostros de abuelos olvidados. Toda una reunión de razas humanas a las que pertenecen estos y los 0tros.

Primera aclaración de una rabia tóxica.

He aquí el extraño resplandor de los tóxicos que aplasta el espacio siniestramente familiar.
En la palpitación de la noche solitaria, aquí está ese rumor de hormigas que producen los descubrimientos, las revelaciones, las apariciones, aquí están esos grandes cuerpos varados que recobran viento y vuelo, aquí está el inmenso zarandeo de la Supervivencia.

A esa convocatoria de cadáveres, el estupefaciente llega con su rostro ulceroso. Disposiciones inmemoriales comienzan. La muerte tiene al principio el rostro de lo que no pudo ser. Una desolación soberana da la clave a esa multitud de sueños que sólo piden despertar. ¿Qué decís vosotros?

¡Y todavía pretendéis negar la importancia de esos Reinos, por los cuales apenas comienzo a marchar!


7 comentarios:

Anónimo dijo...

El espasmo flotante de un cuerpo que retorna a sus orígenes atravesando para ello la muralla de la muerte (dice el poema). Un ser que regresa al reino del No-ser. Una conciencia que retorna a la inconsciencia (su tierra originaria, su madre patria). Que vuelve al país de la Nada (Nadalandia) y tal vez dice o piensa, como el extraterrestre de Spielberg, "Mi caaaaaasa".

omar enletrasarte dijo...

bueno, me deja intriga
sobre tales reinos
saludos

Anónimo dijo...

Despùés de la muerte es como antes de haber nacido, o es algo diferente? A mí me parece que si no igual tiene que ser muy parecido.

TóTUM REVOLúTUM dijo...

Amor que vigila el nido
todo se le vuelven sombras.
Maldigo las madrugadas a solas
peleando con la memoria,
los fantasmas y las horas
las manos deshabitadas, solas.

No sé que tiene el deseo
que me consume en silencio.
Amor como llamarada,
como vino que emborracha.
Tu boca, una nube blanca.

Como siembra carnal busco los surcos
que se palpan, se muerden, se apetecen,
se acometen, se enlazan, desfallecen.
Y otra jornada más que estamos juntos.

Amor como agua dormida.
Voy y vengo a tus colinas.
Que no me falte tu risa nunca.

Amor como llamarada,
como vino que emborracha.
Tu boca, una nube blanca.

tERESA pANZA dijo...


Trastos viejos, pocos y lejos.

Ramón y sus greguerías dijo...

La miel es un robo.

Dimes Y Diretes dijo...


como si no conociera esa ley
que ordena a lo recto sentirse oblicuo
y al blanco mirarse amarillo:
también en eso tardé en darme cuenta
lo mismo que cualquiera

(NEORRABIOS@)