miércoles, 25 de noviembre de 2015
Mono (por Wislawa Szymborska)
Expulsado del paraíso antes que el hombre
por tener unos ojos tan contagiosos
que, al pasear la mirada por el jardín,
hundía en una tristeza imprevisible
a los mismos ángeles. Por esa razón
debía, aunque sin su humilde consentimiento,
erigir aquí en la tierra sus nobles linajes.
Saltarín, prensil y atento, hasta hoy tiene gratia
escrita con la t de terciario.
Adorado en el antiguo Egipto, con una constelación
de pulgas en sus cabellos plateados por la santidad,
escuchaba archicallando, afligido,
lo que querían de él. ¡Ay, la no muerte!
Y se alejaba moviendo su rosado trasero
en señal de que ni aprueba, ni prohíbe.
En Europa le quitaron el alma,
pero le dejaron las manos por descuido;
y cierto monje, al pintar a una santa,
le puso manos delgaditas, animales.
Y la santa tenía que
tomar la gracia como si fuera una nuez.
Caliente como un recién nacido, tembloroso como un anciano,
los navíos lo llevaban a las cortes reales.
Chillaba, brincando con una cadena dorada,
con su frac de marqués con los colores de un loro.
Casandra. De qué reírse aquí.
Comestible en China, hace sobre el plato
muecas asadas o cocidas.
Irónico como un brillante en un engaste falso.
Parece ser que su cerebro, al que le falta algo,
después de todo no ha inventado la pólvora,
tiene un sabor muy fino.
En las fábulas, solitario e inseguro,
llena el interior de los espejos con sus muecas,
se burla de sí mismo, es decir, nos da un buen ejemplo,
a nosotros, de quienes sabe todo, como un pariente pobre,
aunque no nos saludemos.
por tener unos ojos tan contagiosos
que, al pasear la mirada por el jardín,
hundía en una tristeza imprevisible
a los mismos ángeles. Por esa razón
debía, aunque sin su humilde consentimiento,
erigir aquí en la tierra sus nobles linajes.
Saltarín, prensil y atento, hasta hoy tiene gratia
escrita con la t de terciario.
Adorado en el antiguo Egipto, con una constelación
de pulgas en sus cabellos plateados por la santidad,
escuchaba archicallando, afligido,
lo que querían de él. ¡Ay, la no muerte!
Y se alejaba moviendo su rosado trasero
en señal de que ni aprueba, ni prohíbe.
En Europa le quitaron el alma,
pero le dejaron las manos por descuido;
y cierto monje, al pintar a una santa,
le puso manos delgaditas, animales.
Y la santa tenía que
tomar la gracia como si fuera una nuez.
Caliente como un recién nacido, tembloroso como un anciano,
los navíos lo llevaban a las cortes reales.
Chillaba, brincando con una cadena dorada,
con su frac de marqués con los colores de un loro.
Casandra. De qué reírse aquí.
Comestible en China, hace sobre el plato
muecas asadas o cocidas.
Irónico como un brillante en un engaste falso.
Parece ser que su cerebro, al que le falta algo,
después de todo no ha inventado la pólvora,
tiene un sabor muy fino.
En las fábulas, solitario e inseguro,
llena el interior de los espejos con sus muecas,
se burla de sí mismo, es decir, nos da un buen ejemplo,
a nosotros, de quienes sabe todo, como un pariente pobre,
aunque no nos saludemos.
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5 comentarios:
Da miedo ver un mono, mirarle a los ojos y leer su mirada. Si está en el zoo es la mirada de un preso inocente que te acusa. ¿Quién llamaría patas a las manos de un mono?
Lo que hagas por despecho, siempre estará mal hecho.
A ti, que eres también medio algebrista,
yo te pregunto: Si eres medio crítico,
medio poeta, medio silogista,
medio monje y también medio político,
¿cómo en tanta mitad no hay nada entero
y todas las mitades suman cero?
(HUGO FOSCOLO)
Quien yerra y enmienda, a Dios se encomienda.
El cigarro que tiraste
como un loco lo besé:
mira tú qué disparate.
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