hablaba con los ratones y los gorriones
y su cabello era blanco a los 16.
su padre le golpeaba todos los días y su madre
encendía velas en la iglesia.
su abuela iba mientras el niño dormía
y rezaba para que el diablo lo dejara libre
de su poder sobre él
mientras su madre escuchaba y lloraba sobre la
biblia.
parecía no darse cuenta de las chicas
parecía no darse cuenta de los juegos de los chicos
no parecía darse cuenta de mucho
simplemente no parecía interesado.
tenía una muy grande, fea boca y los dientes
le sobresalían
y sus ojos eran pequeños y sin brillo.
tenía los hombros caídos y la espalda encorvada
como la de un viejo.
vivía en nuestro vecindario.
hablábamos de él cuando nos aburríamos y después
pasábamos a cosas más interesantes.
muy pocas veces salía de su casa. nos hubiera gustado
torturarlo
pero su padre
que era un hombre enorme y terrible
lo torturaba por
nosotros.
un día el chico murió. a los 17 todavía era un
niño. una muerte en un barrio pequeño se conoce
enseguida y se olvida 3 o 4 días
después.
pero la muerte de este chico pareció quedarse con
todos nosotros. seguimos hablando de ello
con nuestras voces de niños-hombres
a las 6 p.m. justo antes del anochecer
justo antes de la cena.
y cada vez que conduzco a través de ese barrio ahora
décadas después
sigo pensando en su muerte
mientras que he olvidado todas las otras muertes
y todo lo demás que sucedió
entonces.
3 comentarios:
Como los pájaros cantan
el trino de sus amores,
así canto yo la jota
para aliviar mis dolores.
La memoria guarda lo que se le antoja, borra lo que le viene en gana y no tiene que dar explicaciones.
En una mano
por debajo del burka
lleva un smart-phone.
(CUQUI COVALEDA)
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