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lunes, 15 de febrero de 2016

Eso es lo que lloro (por Rose McLarney)


Una vez Jerónimo Matute montó su caballo

hasta el bar, pidió una bebida y se la tragó

sin apearse. Muchas tardes


su caballo entraba en casa mientras mi madre

servía la cena y él gritaba: ¡Mejor a tiempo que invitado!

Casi cada mañana, al amanecer


galopaba hacia el mar, enlucía con arena

el vello gris de su pecho, se arrancaba el parche de su ojo

blanco y ciego y gritaba con todas sus fuerzas. Hoy


ha muerto. Pero ¿no es cierto que en el continente

donde una vez le conocí tal color se oscurece

bajo una colocasia, sorbe caña de azúcar, golpea


fichas de dominó sobre un barril de aceite resonante?

El juego sigue, el ron en la habitación trasera,

esa vida,


la de los hurras de Matute o los monos aulladores

que me despertaban de mi sueño infantil. Es su

pérdida, su simpatía por el otro. Eso es lo que lloro,


al despertarme con sólo café negro, toda esta mañana silenciosa.

2 comentarios:

Tragikomedia dijo...

Lo perdido está en otro mundo. Los recuerdos felices de lo que no volverá están en, sucedieron en, "otro continente".

cajón desastre dijo...


La música atrae a su oyente a la existencia solitaria que precede al nacimiento, que precede a la respiración, que precede al grito, que precede a la espiración, que precede a la posibilidad de hablar. De este modo la música se hunde en la existencia originaria.

(PASCAL QUIGNARD)