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jueves, 9 de junio de 2016

A oler mi tierra iré (por Natalia Toledo)


De mis manos crecieron flores rojas
largas y hermosas,
cómo olvidar el miedo con que fui despojada de toda certeza.
Caminé con las manos
y metí mi cuerpo donde había lodo
mis ojos se llenaron de arena fina.
Me llamaron la niña de los nenúfares
porque mi raíz era la superficie del agua.
Pero también fui mordida por una culebra apareándose en el estero
y quedé ciega, fui Tiresias que recorrió sin báculo su historia.
¿Cuáles son las raíces que prenden, qué ramas brotan de estos cascajos?
Tal vez soy la última rama que hablará zapoteco
mis hijos tendrán que silbar su idioma
y serán aves sin casa en la jungla del olvido.
En todas las estaciones estoy en el sur
barco herrumbrado que sueñan mis ojos de jicaco negro:
a oler mi tierra iré, a bailar un son bajo una enramada sin gente,
a comer dos cosas iré.
Cruzaré la plaza, el Norte no me detendrá,
llegaré a tiempo para abrazar a mi abuela antes que caiga la última estrella.
Volveré a ser la niña que porta en su párpado derecho un pétalo amarillo,
la niña que llora leche de flores
a sanar mis ojos iré.


6 comentarios:

hAiKu dijo...

Cervantes nunca
escribe con bolígrafo
rojo ni azul.

(CUQUI COVALEDA)

Aldonza Lorenzo dijo...

Quien pierde su calma, pierde su alma.

TóTUM REVOLùTUM dijo...

Lo malo de la ofuscación es que es invisible. El ofuscado no está ciego para todas las cosas, pero sí lo está para su propia ofuscación.

casa de citas dijo...

¿Cómo sentiría uno el tiempo sin relojes, sin el sol, teniendo sólo el cuerpo para medirlo?



(ONETTI)

Lloviendo amares dijo...

Raíces y alas, pero que las alas arraiguen y las raíces vuelen.

(JUAN RAMÓN JIMÉNEZ)

Fuego de palabras dijo...

Sobre mi cama
qué postizo
y qué afín
tu cadáver. Virginia.

No era carne en alerta
ni espíritu en reposo.

No lo toqué, o quise.
¿Qué podía decirle
a un no-tú tan absurdo?

Pero sí, lo comprendo,
ya es difícil morir
como para ocuparse
de que el cadáver signifique algo.

Nada.

Quizá por eso
me hechizaba tu muerte, me aturdía
su perfección,
su antimilagro puro.

(RAFAEL ESPEJO)