Esa mañana, cuando la luz se metía
entre las bancas, a través de los álamos
en el parquecito de Santa Fe
frente a la Basílica de San Francisco,
el jubilado me dijo
que a veces uno no desea morir
-sólo a veces-.
Cuando el esqueleto se despierta sin quejas
y en la terraza el sol entiende la piel de la vejez.
Cuando el menú del día está sabroso,
la pensión llega a tiempo, completa,
y la casa no insiste en caerse a pedazos.
Cuando la memoria recuerda solamente lo bueno, lo bueno;
los hijos vienen de visita,
los nietos cuelgan de la alegría, abren la nevera
y se comen hasta la soledad.
Cuando uno reposa contento, encantado
en las tintas de un buen libro,
o en los andamios de una gran película,
y entonces no hay apuro para encontrarse con Dios.
Cuando el día está bonito, sí, bonito
y no importa si el gobierno entero se va al carajo.
Eso, me dijo el jubilado,
en el parquecito de Santa Fe
frente a la Basílica de San Francisco,
que a veces uno no desea morir
-sólo a veces-.
5 comentarios:
Un día hemos de morir. Sí, pero el resto de los días no.
Nada en este mundo es digno de burla.
(MACHADO)
Nunca dispara
el Cid Campeador
una escopeta.
(CUQUI COVALEDA)
Por supuesto que me gusta el poema. Y, sin duda merece estar aquí
Saludos
Las pobres palabras, que en lo cotidiano languidecen,
las discretas palabras, es eso lo que amo.
De mis fiestas les ofrendo colores,
y entonces sonríen y, lentamente, se alegran. Su esencia, que temerosas conquistaron en ellas,
se renueva con claridad para que todos puedan verla;
ellas nunca se han adentrado en el canto
y tímidas ingresan ahora en mi canción.
(RILKE)
Publicar un comentario