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lunes, 5 de septiembre de 2016

Ardo ahora en ti (por Rainer Maria Rilke)


Ven, tú, el último, a quien reconozco,

dolor incurable que se adentra en la carne:

igual que yo ardía en el espíritu, mira:

ardo ahora en ti; la leña ha resistido

largamente la llama que encendías,

pero ahora te alimento, y en ti ardo.

Mi calma se hace furia en tu furia, se hace infierno,

subo a la confusa cima del dolor,

sabiendo que nada del futuro valdrá

para mi corazón. Que guardaré en silencio

todo lo que ha atesorado. ¿Soy yo aún

quien arde, ya irreconocible?

No puedo adentrarme en los recuerdos.

Oh vida, vida: tendría que estar fuera.

Pero estoy dentro, en llamas. Ya nadie me conoce.


4 comentarios:

Dimes Y Diretes dijo...

Hasta las ruinas perecerán.

(UNAMUNO)

Marián dijo...

Muriendo en vida, como mueren los poetas.
Sentir es vivir
porque sin dolor no hay vida.

Preciosismo siempre en las letras de Rilke.

tERESA pANZA dijo...

Quien hace mal, espere otro tal.

caZa de citas dijo...


Ya que en ninguna parte del mundo hay coincidencias entre lo real y lo ideal, entre la experiencia y el deseo, entre la vida y la perfección, en términos escolásticos se diría entre la esencia y la existencia, dondequiera surge una aspiración general a la salvación que se traduce en las religiones. Y de aquí deriva un cuadro de proyecciones constantes, donde se contraponen el punto de partida, es decir, la situación existencial precaria, con el punto de llegada, es decir, la meta ideal, que se presenta como liberación en la historia o al fin de ella, el hebraísmo, el cristianismo y el islamismo; o bien, como 'liberación de la historia' y de la existencial individual, como en el caso del hinduismo, del budismo y en general de las espiritualidades orientales y cósmicas. También encontramos reflejada la gran bipartición de la experiencia religiosa humana en las tradiciones del teísmo histórico profético y la del monismo despersonalizante. En el mismo contexto se encuentran las vías y los medios sugeridos para conseguir la salvación; las personas que sirven de guías, mediadoras e intercesoras de salvación; y la pregunta si la salvación se puede conseguir con las únicas fuerzas de que dispone el hombre, o si al contrario, es necesario un don superior, una 'palabra divina', como vaticinaba Sócrates en la víspera del gran paso a la otra vida.

(ROSSANO)