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domingo, 25 de septiembre de 2016

La eterna concordancia de la vida consigo misma (por Fernando Pessoa)


La idea de viajar me provoca náuseas. Ya he visto todo lo que nunca había visto. Ya he visto todo lo que todavía no he visto.


El tedio de lo constantemente nuevo, el tedio de descubrir, bajo la falsa diferencia de las cosas y de las ideas, la perenne identidad de todo, la semejanza absoluta entre la mezquita, el templo y la iglesia, la igualdad de la cabaña y del castillo, el mismo cuerpo que es rey vestido y salvaje desnudo, la eterna concordancia de la vida consigo misma, el estancamiento de todo lo que, vivo sólo por moverse, está pasando.

Los paisajes son repeticiones. En un simple viaje en tren inútil y angustiadamente entre la distracción ante el paisaje y la distracción ante el libro que me entretendría si yo fuera otro.

Tengo de la vida una náusea vaga, y el movimiento me la acentúa. Únicamente no hay tedio en los paisajes que no existen, en los libros que nunca he de leer. La vida, para mí, es una somnolencia que no llega al cerebro. A ése lo conservo yo libre para poder estar triste en él.

¡Ah, que viajen los que no existen!

Para quien no es nada, como un río, el correr debe ser vida. Pero a los que piensan y sienten, a los que están despiertos, la horrorosa histeria de los trenes, de los automóviles, de los navíos, no les deja dormir ni despertar. De cualquier viaje, aunque pequeño, regreso como de un sueño lleno de sueños —una confusión tórpida, con las sensaciones pegadas las unas a las otras, borracho de lo que he visto-. Para el reposo, me falta la salud del alma. Para el movimiento, me falta algo que hay entre el alma y el cuerpo; se me niegan, no los movimientos, sino el deseo de tenerlos.

Muchas veces me ha sucedido querer atravesar el río, estos diez minutos del Terreiro do Paço a Caçilhas. Y casi siempre he tenido como timidez de tanta gente, de mí mismo y de mi propósito. Una u otra vez he ido, siempre oprimido, siempre poniendo solamente el pie en tierra cuando estoy de vuelta. Cuando se siente de más, el Tajo es el Atlántico sin número, y Caçilhas, otro continente, o hasta otro universo.



5 comentarios:

Cide Hamete Benengeli dijo...

Nuestras dos almas,
¿pa qué engañarse?,
no estaban hechas
pa enamorarse.

hAiKu dijo...

Sin sur, sin norte,
sin este, sin oeste
el infinito.

(RAPHAEL BALDAYA)

ORáKULO dijo...

Nadie puede comprender del todo a nadie. Ni siquiera uno mismo.

Dimes Y Diretes dijo...

Donde haya una bandera vistosa o un Dios airado, que se quite el cocido de los jueves.

(MILLÁS)

batiBURRILLO dijo...

"Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo. Y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios" (Lc. 24, 50-53).



Así pues, Jesús volando por los aires. Elevándose autopropulsado. Como Supermán (pero sin capa).



Pero no: algo aquí desentona. Algo no cuadra, algo no es como debería ser.