Al atardecer se iluminaron en la plaza las caras de la gente
que no conocía. Miraba con avidez
las caras humanas: cada cara era diferente,
cada una decía algo, quería convencer, se reía, sufría.
Pensé que las ciudades no las construyen las casas,
ni las plazas o las avenidas, los parques, las anchas calles,
sólo las caras que se iluminan como lámparas,
igual que los sopletes de los soldadores que por la noche
reparan el hierro entre nubes de chispas.
4 comentarios:
Las caras de la gente y, detrás de cada cara, un mundo propio; un mundo entero detrás de cada cara.
Lo urgente no deja tiempo para lo importante.
Cada vez que te veo
se me endereza
la punta del pañuelo
de la cabeza.
Siento horror a abrirle a alguien mi ser… Siento horror a que alguien escudriñe, levemente o no, los escondrijos de mi ser.
(PESSOA)
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