Nacional. Estoy seguro de que pueden usar
las gelatinas y los tubos y jarabes y colas,
la red de nervios y venas, la hogaza de sesos,
un surtido de empastes y suturas y lesiones,
sangre – un galón exactamente de sopa de arándano –,
el chasis o la jaula o la catedral de hueso;
pero no el corazón, pueden dejarlo solo.
Pueden tener el lote, todo el surtido:
los bucles y las bobinas y las ruedas dentadas y las
suspensiones y las bielas, los hilos y cuerdas y filamentos,
la cara, el estuche, los dientes y las manos,
pero no el péndulo, el corazón;
que lo dejen donde se pare o se cuelgue.
7 comentarios:
Hay algo que indefectiblemente se irá con nosotros. Habrá un hueco (ojalá que bueno), un vacío que nada llenará.
Nadie sabe a lo que sabe.
¿A qué sé (=qué sabor tendré) yo?
Recuerdas vagamente
Puede que lo soñaras
¿Ah pero yo fui aquél?
Quiza no fui yo sino un antepasado
Creía en cosas en que no crees haber creído
Aquello que desprecias para él era importante
Abominó lo que amas
Amó lo que detestas
Vagamente recuerdas pero
no fuiste tú
Fue otro
otro distinto
¡Cualquiera sabe quién sería el fulano aquel!
¡Hace ya tanto de eso!
¿Quién acordó asignarle tu plaza tu parcela
de individualidad?
¿No se supone que tienes tú el monopolio?
Claro que él vivió antes
nunca habéis coincidido
no sois contemporáneos
Aun así induce a error
Pero vamos que no compartís más que eso
¿Ah pero fuiste él?
¿Estuviste allí dentro?
¿De verdad has sido ése
tan otro tan extraño?
No es posible
Acaso solamente aparecía en un sueño
un viejo sueño que
vete a saber por qué
no se deja olvidar
Por eso renacemos nuevamente, no se puede ser el mismo eternamente. Ni aun siendo nosotros, somos siempre nosotros.
¿A qué sé? ¿Cuál es, para los otros, mi sabor?
VOSOTROS LOS NORMALES
Tal vez en algún sitio y en un pliegue del tiempo los Pol Pots, los Stalins, los Hitlers…, los tiranos y monstruos de la Historia (o quizá sus espectros lavados, depurados) nos recriminarán:
-Yo era un pobre pirado con la cabeza ida, un tipo "iluminado", un loco de remate (y además lo sabíais: se notaba a la legua).
Pero vosotros no.
Vosotros erais cuerdos, personas razonables, seres equilibrados.
Y aun así me dejasteis realizar mis delirios, disponer a mis anchas, salirme con la mía.
Me permitíais todo. Todo me consentíais.
En nada me coartabais.
¿Acaso no debisteis vosotros, los normales, ponerme a buen recaudo, impedir mis desmanes y mantenerme a raya?
¿Por qué no os rebelasteis?
Vosotros que podíais ¿por qué no hicisteis nada?
¿Por qué nunca objetabais mis consignas absurdas, mis sanguinarias órdenes, mis demencialidades?
Si a otros los repudiabais y teníais por lunáticos -y hasta los encerrabais en algún manicomio-, ¿por qué, en cambio, conmigo no hicisteis nada de eso?
¿Por qué me obedecíais siempre y sin rechistar?
¿Por qué no me salvasteis de mí mismo -y de paso os librasteis de mí-… vosotros, los normales?
(SAIZ DE MARCO)
Cuando me parió mi madre,
me parió en un gallinero,
y al llegar la comadrona
ya tenía yo dos huevos.
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