la conozco, naturalmente.
Tengo varias fotografías
de su breve vida.
Siento una piedad alegre
por algunos de sus poemas.
Recuerdo unos cuantos acontecimientos.
Pero,
para que el que está aquí conmigo
sonría y me abrace,
recuerdo solo una historia graciosa:
el amor infantil
de esa chiquilla fea.
Le cuento
que estaba enamorada de un estudiante,
es decir, que quería
que él la mirara.
Le cuento
que, sana, corrió a su encuentro,
con una venda en la cabeza
para que él preguntara al menos
qué le había pasado.
Qué graciosa chiquilla.
Cómo podía saber
que hasta la desesperación tiene ventajas
si por fortuna
se vive un poco más.
Le daría para pasteles.
Le daría para el cine.
Déjame, no tengo tiempo.
¿No ves
que la luz está apagada?
No me digas que no entiendes
que la puerta está cerrada.
No tires del picaporte...
El que se reía,
el que me abrazaba
no es tu estudiante.
Lo mejor sería que te fueras
por donde has venido.
No te debo nada,
yo, una simple mujer,
que apenas sabe
cuándo
revelar un secreto ajeno.
No nos mires así
con esos ojos tuyos
tan abiertos
como los ojos de los muertos.
6 comentarios:
Cuánta gente hemos sido (y tan distinta). Cuánta gente (y tan diferente) nos queda por ser...
La misma piedra está en sitios muy distintos. (Se ve que alguien la coge y cambia de lugar.) Por eso tropezamos con ella tantas veces.
Huele a hoguera el sol al despedirse
de la cal de la casa que crepita
en el valle, y son brasas de un cielo
consumido las flores del almendro.
Las llamas prenden en las copas
de los pinos. Los pájaros se incendian.
Ya todo en la sazón,
qué queda sino arder,
arder en el silencio.
(ÁNGEL JAVIER AGUILAR BAÑÓN)
Se notaban las gotas que añadían cristal al cristal deformando los rosales a medida que caían, las ramas primero finas, después gruesas, después finas de nuevo.
(LOBO ANTUNES)
Soy de donde haya alguien que sonría, que me dé la mano, que me bese. Soy de donde son los que resisten, sobreviven, los que se quitan un pedazo de pan de la boca para dárselo al otro. De allí soy. Allí me encuentro.
(TAIBO)
De pronto, me dilata
mi idea,
y me hace mayor que el universo.
Entonces, todo
se me queda dentro. Estrellas
duras, hondos mares,
ideas de otros, tierras
vírjenes, son mi alma.
Y en todo mando yo,
mientras sin comprenderme,
todo en mí piensa.
(JUAN RAMÓN JIMÉNEZ)
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