Es un día caluroso de junio, el sol cuelga quieto del cielo y no hay un hálito de viento o de aire, ni una traza de nubes; el patio y el jardín, como hornos; ni un pájaro se atreve a volar. El sudor corre por todo mi cuerpo en arroyitos. Tengo enfrente la comida del mediodía pero no puedo tomarla por el calor. Pido un tapete para extenderlo en el suelo y tirarme ahí, pero el tapete está enfermo de humedad y las moscas vuelan como un enjambre y se me paran en la nariz, y no quieren irse. En este momento, cuando siento que mi desventura es completa, suena un trueno de pronto, y grandes masas de nubes negras se acercan majestuosas como un gran ejército que avanza a la batalla. De los aleros comienza a caer el agua de la lluvia como cataratas. El sudor se detiene. El suelo se quita lo pegajoso. Todas las moscas desaparecen para esconderse y puedo comer mi arroz. Ah, ¿no es esto la felicidad?
Un amigo al que no veo desde hace diez años llega de pronto, a la puesta de sol. Abro la puerta para recibirlo y, sin preguntarle si llegó por agua o tierra, y sin pedirle que se siente en la cama o en el diván, voy al cuarto interior y con humildad le pregunto a mi esposa: “¿Tienes un galón de vino como la esposa de Su Tungp’o?”. Mi esposa se quita alegremente del pelo su pasador de oro para venderlo. Calculo que nos durará tres días. Ah, ¿no es esto la felicidad?
No tengo nada que hacer luego de una comida y trato de revisar las cosas guardadas en viejos arcones. Veo que hay docenas o centenares de pagarés de gente que debe dinero a mi familia. Algunos han muerto y otros viven todavía, pero de todas maneras no hay esperanza de que devuelvan el dinero. Sin que nadie me vea hago una pila con los papeles y enciendo con ellos una hoguera, y miro al cielo y veo desaparecer la última huella de humo. Ah, ¿no es esto la felicidad?
Es un día de verano. Salgo descalzo, la cabeza descubierta, con una sombrilla, para ver a los jóvenes que entonan canciones del pueblo de Suzhou mientras trabajan en la rueda de agua del molino. El agua salta sobre la rueda a borbotones, como plata derretida o nieve que se funde en la montaña. Ah, ¿no es esto la felicidad?
Ha estado lloviendo un mes entero, y estoy tirado en la cama, por la mañana, como un ebrio o un enfermo, y me niego a levantarme. De pronto oigo un coro de pájaros que anuncian un día claro. Corro rápidamente la cortina, abro la ventana y veo el sol hermoso que brilla y resplandece, y el bosque invita a darse un baño. Ah, ¿no es esto la felicidad?
De noche me parece oír que alguien piensa en mí a la distancia. Al día siguiente voy a visitarlo. Entro por su puerta y miro alrededor del cuarto, y lo veo sentado a su escritorio, cara al sur; lee un documento. Me ve, asiente con suavidad y me toma de la manga para sentarme, y dice: “Ya que estás aquí, ven a mirar esto”. Y reímos y gozamos hasta que han desaparecido las sombras de las paredes. Siente hambre y me pregunta lentamente: “¿Tú también tienes hambre?”. Ah, ¿no es esto la felicidad?
Encontrar una carta manuscrita de algún viejo amigo en un arcón. Ah, ¿no es esto la felicidad?
Un sabio pobre viene a pedirme dinero, pero tiene timidez antes de mencionar el tema y por eso deja que la plática derive en otras cuestiones. Veo su incómoda situación, lo hago a un lado, adonde estemos solos, y le pregunto cuánto necesita. Luego entro a la casa y le doy el dinero; después le pregunto: “¿Tiene usted que irse de inmediato a arreglar su asunto o puede quedarse un rato y beber algo conmigo?”. Ah, ¿no es esto la felicidad?
Abrir la ventana y lograr que una avispa salga del cuarto. Ah, ¿no es esto la felicidad?
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Jin Shengtan (金聖歎 1608 - 7 de agosto de 1661) escritor chino de la dinastía Ming.1
Fue también crítico y estableció las seis obras del genio (六才子書): el Li sao, Las memorias históricas de Sima Qian, los poemas de Du Fu, La cámara del ala oeste y Al borde del agua, mezclando obras en chino simplificado y clásico.
Du Fu (chino: 杜甫, pinyin: Dù Fǔ, Wade-Giles: Tu Fu), también conocido como Dù Shàolíng (杜少陵) o Dù Gōngbù (杜工部), (712-770) fue un destacado poeta chino durante la época de la dinastía Tang. Su nombre de cortesía era Zǐ Měi (子美).
Contemporáneo y amigo de Li Bai, su poesía tuvo, sin embargo, un carácter más político y social que la de aquél. Aunque suspendió los exámenes imperiales en una ocasión, llegó a convertirse en funcionario del Estado, trabajando en la corte del emperador Tang Suzong.
Su vida pasó por muchas vicisitudes, la principal de las cuales sería la rebelión de An Lushan de 755, que desestabilizó todo el país y obligó a Du Fu a abandonar, junto a la corte Tang, la capital Chang'an. Pasaría el resto de su vida en condiciones muy precarias.
Debido a la originalidad de su obra, no logró un gran reconocimiento en vida. Sin embargo, su prestigio y fama no cesarían de crecer tras su muerte, llegando a convertirse en unos de los más grandes escritores de la historia china, cuya influencia se ha dejado sentir en generaciones posteriores de poetas tanto en China como en Japón. En Occidente, uno de sus traductores más importantes (al inglés) fue Kenneth Rexroth.
Me sumergí a pulmón en la dársena occidental del puerto de Alejandría y a una profundidad de unos diez codos, debajo de una falúa que descargaba una partida de pórfidos de Shellal, sumido en el cieno hasta media nariz..., descubrí el busto blanco de Antinoo.
Ocurrió por otoño de hace seis años, con ocasión de un trabajo que hice en el astillero artesanal de Sabri Mohamed, que aparejaba un yate de madera para cierto magnate malayo del yute y de la copra.
Me hice con un esquife y monté en él un polipasto del taller de Sabri y, de madrugada y con sigilo, icé a bordo la escultura.
Los aldeanos que la ven ahora en una hornacina de ladrillo macizo en mi casa de la Arcadia, piensan que es otra más de las piezas que traigo -casi todas pecios marinos y pedazos curiosos de madrépora- de mis viajes innúmeros. Uno que viajó a Florencia en una excursión de la parroquia y que estuvo en la Academia, piensa que es una réplica en yeso del David de Miguel Ángel. Y no le he desengañado.
Oh pequeño
emperador sin orbe,
conquistador sin patria,
mínimo tigre de salón, nupcial
sultán del cielo
de las tejas eróticas,
el viento del amor
en la intemperie
reclamas
cuando pasas
y posas
cuatro pies delicados
en el suelo,
oliendo,
desconfiando
de todo lo terrestre,
porque todo
es inmundo
para el inmaculado pie del gato.
(NERUDA)
Pasé ante una ventana cerrada
con el picaporte roído por el polvo,
vi a Penélope
tejiendo su lienzo de larga espera.
Quería que parase
que se calmara
que se lavara
que se perfumara
para tomar una taza de café en la cafetería
o que fuese al cine
o que leyera un libro
o que fuese a la peluquería
para cambiar de corte.
"Él no vendrá", le dije.
"Sal, Penélope
sufre, ama, canta, baila, emborráchate,
tus senos se van a vaciar
tus cabellos van a encanecer
tus aguas se van a desecar..."
Pero ella siguió
sorda a las llamadas de la vida,
prisionera del mito.
(Maram al-Masri)
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