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miércoles, 20 de junio de 2018

Razones del ausente (por Darío Jaramillo)


Si alguien les pregunta por él,
díganle que quizá no vuelva nunca o que si regresa
acaso ya nadie reconozca su rostro; díganle también que no dejó
razones para nadie, que tení­a un mensaje secreto, algo importante que decirles
pero que lo ha olvidado.
Dí­ganle que ahora está cayendo, de otro modo y en otra parte del mundo, díganle que
todavía no es feliz,
si esto hace feliz a alguno de ellos; díganle también que se fue con el corazón vacío y seco
y díganle que eso no importa ni siquiera para la lástima o el perdón
y que ni él mismo sufre por eso,
que ya no cree en nada ni en nadie y mucho menos en él mismo, que tantas cosas que vio apagaron su mirada y ahora, ciego, necesita del tacto, díganle
que alguna vez tuvo un leve rescoldo de fe en Dios, en un dí­a de sol, díganle que hubo
palabras
que le hicieron creer en el amor y luego supo que el amor dura
lo que dura una palabra.
Díganle que como un globo de aire perforado a tiros,
su alma fue cayendo hasta el infierno que lo vive y que ni siquiera está desesperado
y díganle que a veces piensa
que esa calma inexorable es su castigo; dí­ganle que ignora cuál es su pecado y que la culpa que lo arrastra por el mundo la considera apenas otro dato del problema
y díganle que en ciertas noches de insomnio y aun en otras en que cree haberlo soñado,
teme que acaso la culpa sea la única parte de sí­ mismo que le queda y díganle que en
ciertas mañanas llenas de luz
y en medio de tardes de piadosa lujuria y también borracho de vino en noches de lluvia
siente cierta alegría pueril por su inocencia
y díganle que en esas ocasiones dichosas habla a solas.
Díganle que, si alguna vez regresa, volverá con dos cerezas en sus ojos
y una planta de moras sembrada en su estómago y una serpiente enroscada en su cuello.
Y tampoco esperará nada de nadie y se ganará la vida honradamente,
de adivino, leyendo las cartas y celebrando extrañas ceremonias en las que no creerá,
y díganle que se llevó consigo algunas supersticiones, tres fetiches,
ciertas complicidades mal entendidas
y el recuerdo de dos o tres rostros que siempre vuelven a él en la oscuridad
y nada.



5 comentarios:

Pablo M dijo...

Aunque volviera ahora a aquella playa, no volvería a aquella playa.

casa de citas dijo...

El vínculo más importante entre una persona y un paisaje no es que se haya estado en él, sino que él haya estado en ti.

(KAORU O' CONNOR)

casa de citas dijo...

Rectius:

KAORI O' CONNOR

Anónimo dijo...

"Brilla por su ausencia". ¡Resplandecer por su no estar!Qué cosas llega a decir el idioma.

Fuego de palabras dijo...

Soy dos idiotas, lo sé,
por estar enamorado y por decirlo
en poemas quejosos;
¿pero dónde estaría ese sabio, aquel que no soy,
si ella no me rechazara?
Tal como los estrechos senderos internos de la tierra,
que se liberan de la fastidiosa sal del agua,
yo pensé en conducir mis penas
hacia la dificultad de las rimas, y así aplacarlas.
La pena puesta en sílabas no puede ser tan feroz,
porque la domestica quien la encadena en versos.

Pero cuando lo hice,
cierto hombre, para mostrar su arte y su voz,
preparó y cantó mis penas
y, deleitando a muchos, volvió a liberar
el dolor que el verso había contenido.
Si bien el tributo de los versos pertenece al amor
y a la pena, no complacen tanto cuando son leídos
como cuando son potenciados por esas canciones:
así los triunfos de éstas y de aquél son difundidos,
y yo, que era dos tontos, ahora llego a ser tres.
Los que son un poquito sabios, son los mejores tontos.

(JOHN DONNE)