encendí una vela y no supe -aun con mi más
ferviente deseo penetrando mis huesos,
como el frío entre aquellas piedras medievales-
si podía creer, si me era dado creer, si mi fe era cierta
y aceptada. Eran indescifrables los labios
de la Virgen en aquella piedra tan gastada.
El viento, no el de ayer, no el del Quinientos,
un viento frío de hoy -aunque puro en cierto modo,
o puro contra todo- apagó una vela. Creí que era
mi pequeño cirio, mi querido cirio, el cirio de mi deseo, rojo
en su cápsula de vidrio. Y aun creyendo
que había perdido todo, que la boca de Dios
o del Averno
o del siglo
lo había apagado,
lo volví a encender
con el mismo encendedor de plástico.
Y luego de rezar de algún modo, me di cuenta
de que no era mi vela la que había vuelto a encender,
sino otra, la de al lado, chamuscada, vieja, ennegrecida.
Fui raramente feliz y lo confieso.
Sin quererlo, había avivado otra plegaria,
un rezo desconocido, el rezo de otro.
6 comentarios:
No creo que el Supremo Timonel Cósmico sea sordo. Lo que pasa es que no le hablamos en su idioma.
Hola, Tragi.
Hola F. Me consta, porque conozco a varios, que a la gente de Zumo les animan mucho los comentarios. No es fácil lo que hacen pues entran a diario en un montòn de webs para encontrar y publicar siempre un buen poema. Y en verdad poemas hay muchísimos, pero espléndidos poemas son muy pocos. Así que està muy bien que les apoyemos comentando. Hasta luego
Si fuéramos ciegos, valoraríamos mucho ver una puesta de sol (o una flor, o un pájaro…).
Si fuéramos sordos, valoraríamos mucho oír una canción (o un ladrido, o el viento…).
Si fuéramos mancos, valoraríamos mucho abotonarnos la camisa (o tocar la guitarra, o usar el cuchillo y el tenedor a la vez…).
Si viviéramos en la cara pobre del mundo, valoraríamos mucho abrir un grifo y que salga agua (o conectar la calefacción, o pulsar un interruptor y encender la luz…).
Pero como (por suerte) podemos ver, oír, usar ambas manos, tener agua corriente…, no valoramos en nada lo que tenemos.
Tal vez deba ser así. Pero es triste que, para valorar plenamente cualquier cosa, tengamos que carecer de ella o haberla perdido.
(SAIZ DE MARCO)
Señora cama ¿en qué habéis vos hallado
que tenéis que estar siempre rechinando
cuando en vuestro regazo está gozando
su hermosa dama el fiel enamorado?
¿Tenéis acaso de su gusto enfado,
que estáis lo que ellos hacen murmurando?
¿O vais a sus acentos remedando
como a la voz el eco en hondo prado?
¿Gruñís porque os deshacen, picotera?
Pues no os componen para estar compuesta,
sino para mejor descomponeros.
Guardaos y no os ganéis, por ser molesta,
que aprieten los cordeles de manera
que reventéis y no podáis moveros.
Nadie es profeta en su espejo.
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