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martes, 12 de junio de 2018

Su último deseo se cumplió (por Erich Hackl)


Un entierro así
llegó a ser más divertido que una boda.
Sólo que durante la comida
no había música para bailar.
El muerto no racaneaba:
había sopa de albóndiga de hígado,
carne de vaca cocida con rábano picante
y de postre un buen trozo de tarta.

Cerveza y aguardiente a voluntad.
Licor de huevos para las viejas.
Té con ron para los acatarrados.
Café con leche para los niños.
Vino caliente para el señor cura.

El viejo Schinböck había dispuesto
que la banda de música de San Leonardo
tocase en su entierro
con una buena melopea.
Su último deseo se cumplió,
y resonó lastimosamente en los oídos.
Al aprendiz del zapatero de Rebuledt,
que tocaba el tambor grande,
se le escapó la baqueta durante el desfile,
salió volando en círculos
y se ahogó en la charca de apagar incendios.

El viejo Schinböck no había caído
en que los que llevaban el féretro
también formaban parte de la banda.



5 comentarios:

Ignatius Reilly dijo...


El día que yo me muera
y me llevéis a la tumba,
en vez de llorar por mí
¡ bailad conmigo una rumba !

Anónimo dijo...

Al atardecer de la vida
te examinarán del amor.

batiBURRILLO dijo...

A veces, al doblar una esquina o al cruzar una calle, me ha llegado, no sé de dónde, una racha de felicidad. La he recibido con humildad y agradecimiento, y no he tratado de explicármela, porque sé que a todos nos sobran los motivos de tristeza.

(BORGES)

casa de citas dijo...

Nadie tiene derecho a decidir quién tiene derecho a decidir y quién no en cada parcela del país de todos.

(SAVATER)

Lloviendo amares dijo...

He decidido mirar por la ventana.
Todo cae mientras yo miro por la ventana.
Mientras me caliento el pecho con el sol.
Miro las telarañas entre las rejas
finas, tornasoladas.
Miro las volutas de hierro, sencillas
las que eligió Rodolfo.
He decidido mirar por la ventana
de esta casa enorme.
Acá iba a crecer un hijo nuestro.
Las piñas se amontonan en los árboles.
Acá íbamos a tener una piscina.
Y el color de las paredes iba a ser arena.
He decidido mirar por la ventana
Inmóvil en la silla, como en un hospicio.
Ver los rosales plantados y olvidados
que crecieron sin darnos una flor.
Los yuyos del invierno, las agujas
que caen de los pinos, las gramillas.
El gris de los ladrillos que costaron tanto.
He decidido mirar por la ventana.
Repasar en silencio la alegría perdida
con esta ropa vieja de todos los inviernos.

(CARINA SEDEVICH)