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jueves, 21 de junio de 2018

Toco tu mano (por Vicente Aleixandre)


Pero otro día toco tu mano. Mano tibia. 
Tu delicada mano silente. A veces cierro
mis ojos y toco leve tu mano, leve toque
que comprueba su forma, que tienta
su estructura, sintiendo bajo la piel alada el duro hueso
insobornable, el triste hueso adonde no llega nunca
el amor. Oh carne dulce, que sí se empapa del amor hermoso.

Es por la piel secreta, secretamente abierta, invisiblemente entreabierta,
por donde el calor tibio propaga su voz, su afán dulce;
por donde mi voz penetra hasta tus venas tibias,
para rodar por ellas en tu escondida sangre,
como otra sangre que sonara oscura, que dulcemente oscura te besara
por dentro, recorriendo despacio como sonido puro
ese cuerpo, que ahora resuena mío, mío poblado de mis voces profundas,
oh resonado cuerpo de mi amor, oh poseído cuerpo, oh cuerpo sólo sonido de mi voz poseyéndole.

Por eso, cuando acaricio tu mano, sé que sólo el hueso rehúsa
mi amor —el nunca incandescente hueso del hombre—.
Y que una zona triste de tu ser se rehúsa,
mientras tu carne entera llega un instante lúcido
en que total flamea, por virtud de ese lento contacto de tu mano,
de tu porosa mano suavísima que gime,
tu delicada mano silente, por donde entro
despacio, despacísimo, secretamente en tu vida,
hasta tus venas hondas totales donde bogo,
donde te pueblo y canto completo entre tu carne.



6 comentarios:

Agridulce dijo...


No me gusta lo de "poseer". Nadie posee (tiene la propiedad/posesión de) el cuerpo de nadie.

Lo siento. Mal por don Vicente.

casa de citas dijo...

Ya me había tomado una aspirina, pero seguía el dolor de cabeza. Tumbado en la cama, no podía dormir por las punzadas de la muela de abajo. Para alejar de mi cabeza esa sensación de dolor, reflexioné sobre por qué me dolía. Yo sabía que la inflamación de la pulpa dentaria enviaba actividad eléctrica por una de las ramificaciones del nervio trigémino que terminaba en el tronco del encéfalo. Tras pasar por más etapas de activación, al final el dolor era generado por células nerviosas situadas en las honduras del prosencéfalo. No obstante, nada de eso explicaba por qué me sentía fatal. ¿Cómo es que el sodio, el potasio, el calcio y otros iones chapoteando por el cerebro provocaban esa sensación tan atroz? Esta prosaica manifestación del venerable problema mente-cuerpo, allá en el verano de 1988, me ha tenido ocupado hasta el día de hoy.



 (CHRISTOF KOCH)


cajón desastre dijo...

Yo no poseo mi cuerpo, ¿cómo puedo poseer con él? Yo no poseo mi alma, ¿cómo puedo poseer con ella? No comprendo a mi espíritu, ¿cómo comprender a través de él?

Nuestras sensaciones pasan –cómo poseerlas pues– o lo que ellas muestran mucho menos. ¿Posee alguien un río que corre, pertenece a alguien el viento que pasa?

No poseemos ni un cuerpo ni una verdad –ni siquiera una ilusión- . Somos fantasmas de mentiras, sombras de ilusiones y mi vida es vana por fuera y por dentro.

¿Conoce alguien las fronteras de su alma, para que pueda decir: yo soy yo?

Pero sé que lo que siento, lo siento yo.

Cuando otro posee ese cuerpo, ¿posee en él lo mismo que yo? No. Posee otra sensación.

¿Poseemos algo? Si no sabemos lo que somos, ¿cómo sabemos lo que poseemos?

(PESSOA)

Dimes Y Diretes dijo...


Qué bonita estabas anoche por teléfono.

(GUITRY)

Radio Makuto dijo...

Lope de Vega habla de POSEER cuerpos... y concretamente un esqueleto, en este raro poema:

En esta frente, Dios, en esta frente
hubo un clamor de sangre rumorosa,
y aquí, en esta oquedad, se abrió la rosa
de una fugaz mejilla adolescente.

Aquí el pecho sutil dio su naciente
gracia de flor incierta y venturosa,
y aquí surgió la mano, deliciosa
primicia de este brazo inexistente.

Aquí el cuello de garza sostenía
la alada soledad de la cabeza,
y aquí el cabello undoso se vertía.

Y aquí, en redonda y cálida pereza,
el cauce de la pierna se extendía
para hallar por el pie la ligereza.

(LOPE DE VEGA)

Radio Makuto dijo...

Y otro más sobre el mismo tema de POSEER una calavera, también del Fénix de los Ingenios:

Esta cabeza, cuando viva, tuvo
sobre la arquitectura destos huesos
carne y cabellos, por quien fueron presos
los ojos que, mirándola, detuvo.
Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos;
aquí los ojos de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo.
Aquí la estimativa en que tenía
el principio de todo el movimiento,
aquí de las potencias la armonía.
¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!,
¿donde tan alta presunción vivía
desprecian los gusanos aposento?