Siempre tuve miedo de la eternidad,
ese gran perro obscuro que me olfateaba las piernas
y me seguía sin morder.
Aguardando a la muerte como quien espera una carta
traída por un cartero divino,
nada tengo para las fiestas del día siguiente.
Toda mi vida fue este esperar sin fin.
Entre el sueño y el mar total, en el paisaje celeste,
solté mi cometa.
Vi el farol de mi tierra, y mi infancia entera
estirada en cien leguas delante del mar.
Nada quiero de ti, Muerte, ni aun las recompensas del otro lado
con que amenizas el fin de los que sufrieron mucho.
Dame apenas el sueño sólido de los que mueren
y son llevados a la tierra de los pies juntos.
Que la vida sea un sueño, y los sueños sean sueños
del sueño desdoblado de los que viven.
Efímero, late en el tiempo un corazón solitario
y la sombra de la tierra es poca para cubrirlo.
5 comentarios:
Se adueña de mí como un diáfano viento
que se detiene en torno de mi propia
mirada. Detrás, miente la sombra
y se parece a mí para que me acerque
más, hasta el sueño sin frente
de una pupila en el abrazo:
en el ojo de una mitad del mundo
soy la otra mitad —¿deseada
o envidiada? Duda de amor,
que me liga con el tan dulce horror
de ser solamente porque me miro,
y contra el invisible muro
saber y nada más reflejarlo—
dos, pero ¿quién es el puro y quién el impuro?
(CARLES RIBA)
Es una mala hierba la que alrededor de la menta no es menta,
es una mala hierba la que, en medio de la salvia, no es salvia,
es una mala hierba la que, en torno al espliego, no es espliego.
No es necesario saber el nombre de las malas hierbas.
Las puedes arrancar sin conocer siquiera el nombre.
Pero no puedes cortar menta, sin saber que es menta,
ni coger salvia, sin decir salvia,
ni espliego sin decir espliego.
Y cuando las guardas les das nombre,
y las guardas bajo su nombre,
y las tomas con su nombre.
(LLORENÇ GOMIS)
Me gustaría saber el nombre de la mala hierba que me dieron en casa del Pascual cuando, con gran coloque, trasegábamos Tres Cepas por Jhonny el Andariego y, a base de meterle hielo, el paladar no hacía distingos. Luego, siguió el canuto del dilema: o costo o piorno serrano requemao. Puafff...
No sigas muerto,
retrocede a la vida.
¿Retrocede la lluvia?
¿Retrocedería?
(MIGUEL HERNÁNDEZ)
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