lunes, 9 de julio de 2018
Y me salvo contigo (por Vicente Aleixandre)
Oh, sí, lo sé, buen “Sirio”, cuando me miras con tus grandes ojos profundos.
Yo bajo a donde tú estás, o asciendo a donde tú estás
y en tu reino me mezclo contigo, buen “Sirio”, buen perro mío, y me salvo contigo.
Aquí en tu reino de serenidad y silencio, donde la voz humana nunca se oye,
converso en el oscurecer y entro profundamente en tu mediodía.
Tú me has conducido a tu habitación, donde existe el tiempo que nunca se pone.
Un presente continuo preside nuestro diálogo, en el que el hablar es el tuyo tan sólo.
Yo callo y mudo te contemplo, y me yergo y te miro. Oh, cuán profundos ojos conocedores.
Pero no puedo decirte nada, aunque tú me comprendes… Oh, yo te escucho.
Allí oigo tu ronco decir y saber desde el mismo centro infinito de tu presente.
Tus largas orejas suavísimas, tu cuerpo de soberanía y de fuerza,
tu ruda pezuña peluda que toca la materia del mundo,
el arco de tu aparición y esos hondos ojos apaciguados
donde la Creación jamás irrumpió como una sorpresa.
Allí, en tu cueva, en tu averno donde todo es cenit, te entendí, aunque no pude hablarte.
Todo era fiesta en mi corazón, que saltaba en tu derredor, mientras tú eras tu mirar entendiéndome.
Desde mi sucederse y mi consumirse te veo, un instante parado a tu vera,
Pretendiendo quedarme y reconocerme.
Pero yo pasé, transcurrí y tú, oh gran perro mío, persistes.
Residido en tu luz, inmóvil en tu seguridad, no pudiste más que entenderme.
Y yo salí de la cueva y descendí a mi alvéolo viajador, y, al volver la cabeza, en la linde
vi, no sé, algo como unos ojos misericordes.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Los perros y los ángeles no están muy lejos.
¿de dónde vienes?
de una piedra ciega
de los envueltos pétalos de un capullo de rosa sin abrir
¿dónde estás?
delante de un espejo que refleja gente moribunda
delante de un espejo que refleja a aquellos que nacen
¿a dónde irás?
a una altura que ni siquiera con su aleteo los pájaros alcanzan
a una profundidad que ni siquiera los peces del mar pueden sondear.
(AYUKAWA NOBUO)
Lo que abandonas te abandona.
¡Qué horrores! Tantos años y tantos siglos de predicaciones de bondad, de caridad, de fraternidad, y el hombre sigue tan bruto y cruel como en la Edad de Piedra. Los discursos, las amonestaciones, las exhortaciones, no han servido de nada. Si el hombre no encuentra alguna penicilina especial que le mitigue sus instintos brutales, seguirá fusilando y matando y quemando con gases asfixiantes a los que no piensen como él o a los que tengan la nariz más corta, o el pelo más rojo o más negro. No puede haber esperanza ninguna. Únicamente la química o la biología puede que den algún remedio a la brutalidad humana.
(BAROJA)
Publicar un comentario