La mitad de mis amigos están muertos.
Te daré otros nuevos, dijo la tierra.
No, en vez de eso, devuélvemelos como eran,
con defectos y todo, grité.
Puedo robar esta noche sus palabras
al confuso rumor del oleaje
entre los juncos, pero no andar a solas
sobre las hojas del océano que la luna baña
por aquel blanco camino,
ni mantenerme en el vuelo, propio de un sueño,
de los búhos ya libres del peso de la tierra.
Los amigos que guardas, oh tierra,
son más que aquellos que dejaste para amar.
Al pie del acantilado brillan los juncos, verdes, plateados;
fueron lanzas seráficas de mi fe,
pero de eso que está perdido crece algo más fuerte
que irradia el resplandor racional de la piedra,
tenaz claro de luna, más allá de la desesperación,
resuelto como el viento, que entre divisores juncos
trae delante de nosotros a los que amamos, como eran,
con defectos y todo, no más nobles, pero aquí.
3 comentarios:
Dar produce más felicidad que recibir porque en el acto de dar está la expresión de nuestra vitalidad.
(FROMM)
Pequeña flor marchita:
comprendo, me doy cuenta ahora de que
no sólo amé tus pétalos sino
también tus espinas.
Sí, tus agrestes espinas,
tus defensivas uñas,
las garras de tu tallo que alguna vez me hirieron
-o con las que me herí-,
también las amé a ellas.
(SAIZ DE MARCO)
No hay atajos para ningún lugar al que valga la pena ir.
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