y las letras implícitas iluminando ilícitas melancolías absurdos documentados
copiosísimamente
Nos enredó la dulce mortandad de los infieles rostros que son ahora y no son
lo mismo que eran entonces y no eran y las selvas pensadas
por donde como gríseos ratoncitos de campo iba la suerte abriéndose camino
Ten piedad de mí porque en la muerte hay salvas que a victorias parecen
referirse a la vez que a derrotas ten piedad de mí porque los niños tienen miedo
y frágiles azules de la ternura quiebran en sus ojos
Acuérdate por mí de la sencillez lluviosa de un otoño cualquiera
Acuérdate de la sencillez del invierno sin pájaros y los árboles labios
que pronuncian a secas la primavera próxima
Acuérdate de los hilos de la luz y los postes de la luz que unen pueblo con pueblo
en las comarcas secas de tu tierra y la mía acuérdate de la grandeza inerme
de los sembrados que dependen del cielo y de los dioses
Acuérdate del tren que silba silbos y cuya lejanía imita la lejanía del mundo
Acuérdate de mí como recuerdas barcas fondeadas tamarindos ligeras sobre el agua
dársena de lo implícito
2 comentarios:
Nadie manda en su propio corazón.
Ya difumínate,
ya déjate olvidar,
ya desrecuerda.
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