los ojos de las frutas nos miran atentamente
y todos nuestros actos se controlan no hay nada escondido
el agua del arroyo tanto lavó su lecho
se lleva los hilillos de las miradas que arrastraron
al pie de las paredes en los bares lamieron vidas
incitaron a los tibios abrieron tentaciones avalaron éxtasis
cavaron a fondo antiguas variantes
y soltaron las fuentes de las lágrimas prisioneras
las fuentes sujetas a los diarios sofocos
las miradas que cogen con secas manos
la claridad que trajo el día o la recelosa aparición
que dan la cuidadosa riqueza de la sonrisa
atornillada como una flor al ojal de la mañana
las campanas doblan sin motivo y también nosotros
nos vamos para huir del hormigueo de las carreteras
con un frasco de paisaje una enfermedad una sola
una sola enfermedad que cultivamos la muerte
sé que llevo conmigo la melodía en mí y eso no me da miedo
4 comentarios:
A este tipo de poesía no hay que intentar buscarle sentido racional. Porque no lo tiene ni pretende tenerlo.
A muchas personas leer esta clase de poesía no solamente no les gusta: es que les enfada y pone de mal humor, porque piensan que es una tomadura de pelo.
Y en parte lo es, pero también es poesía que hay que leerla dejando a un lado el pensamiento, orillándolo, apartándolo: como si el pensamiento no existiera.
Simplemente debe uno dejarse llevar por las palabras, por las frases, por las sensaciones o evocaciones que al leerlas nos produzcan.
A estas horas
siempre
sucede lo mismo:
o es demasiado tarde
o muy temprano aún.
(KARMELO C. IRIBARREN)
Por una moza del barrio
mi corazón se me muere.
No diré cuál es su nombre,
que ella lo diga si quiere.
Me he dado cuenta de que basta estar con los que uno quiere,
basta demorarme al atardecer con aquellos que quiero,
basta sentir cerca la hermosa carne, la carne que es curiosa, que respira y que ama.
¿Pasar entre la gente y tocar a alguno, o rozar con el brazo el cuello de un hombre o de una mujer, no es esto mucho?
No pido otra alegría, nado en ella como en el mar.
Hay algo en estar cerca de hombres y de mujeres y mirarlos, y en su contacto y en su olor, que es grato al alma,
todas las cosas son gratas al alma, pero esta es la más grata.
(WALT WHITMAN)
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