sentí cómo chirriaba, tropecé en algún tronco
y miré una ventana encendida,
pero la madrugada devoraba las hojas
y tú no estabas allí diciéndome
que el mundo está roto y oxidado.
Entré, subí en silencio las escaleras, abrí otra puerta,
me quité el jersey, me senté, me dije estoy sudando,
comencé a golpear mi pobre máquina de hablar,
de roncar y de morir
(tú dormías, tú duermes, tú no sabes cuánto te amo),
me quité la corbata y la camisa,
me puse el alma nueva que me hiciste esta tarde,
seguí tecleando y maldiciendo,
amándote y mordiéndome los puños.
Y de pronto llegaron hasta mí otras voces:
iban cantando cosas imposibles y hermosas,
iban encendiendo la mañana,
recordaban besos que se pudrieron
en el río,
labios que destruyó la ausencia.
Y yo no quise decir nada más:
no quiero hablar,
acaso en el chirrido de la verja rompí
cruelmente el aire de tu sueño.
Qué importa entrar o salir o desnacer.
Me quito los zapatos
y los lanzo ciego, amorosamente, contra el mundo.
4 comentarios:
Nuestro mundo se nos para a veces mientras el mundo sigue a lo suyo, girando y girando.
Teniendo en cuenta
que apenas si soy uno,
soy casi nadie.
(RAFAEL BALDAYA)
El trazado del tiempo se asemeja a esa ráfaga basculante que dejan a su paso los pájaros del amanecer. No hay nada más consolador que un pájaro cruzando el tenue cielo cóncavo matinal. En su insondable vuelo comparecen los pretéritos todos del vivir. Pasa el tenaz turbión del tiempo, pasan los resquicios impuros de la historia, pasan los rastros aleatorios del deseo. Lo único que finalmente persevera es el silencio con que imparte la vida su enseñanza.
(CABALLERO BONALD)
Llega puntual,
siempre justo a las 12,
el nuevo día.
(CUQUI COVALEDA)
Publicar un comentario