Yo me hundo entre surcos y tejados, en las almenas picadas de tu barrio, en los tiestos de lata que la yerbaluisa cimera. Por mí florecen el enebro y el canto de la calle. Yo me estanco en los ojos de los puentes, yo deshago amoríos de nubes, trepo sin malicia por los aguaduchos, beso chorros de yedra en donde nace el mundo.
Encontradme en las lanas de los perros, allá donde terminan las encinas, resbalando cariñoso los oteros, encauzado en callejas angustiosas, enjoyando las albas que me permita la niebla.
Sé cómo el calor se apaga en la flor algodonosa. Sé cernirme sobre alcores de sandías. Sé escurrirme por las rendijas del orbe y encontrar mi reposo entre unas manos albas.
He apagado la mirada frutal de las muchachas. He dorado al gato y al pimiento. He surcado las calles silenciosas. He jugado al escondite con las crestas frugales del arroyo.
Saben de mí la oreja y la sombrilla, la miel que se aburre en orzas. Saben de mí el niño mediañero en su cunaza y el estudiante empanado en la buharda.
Yo, el Sol.
3 comentarios:
El gran horno central. Sin él todo sería oscuridad y frío. Venga con el alba el sol que nos salva. Hágase el calor, hágase la luz.
Surgir, todos los días, limpio, como el crepúsculo,
de la amarga aspereza del día solitario…
vencer las negras dudas con una luz de rosa,
hacerse, cada hora, más noble y más lejano…
Diluirse en una vaga idealidad celeste,
en donde apunten claras estrellas de topacio…
no ser como los otros… desprenderse de todo…
esperar a la muerte soñando y suspirando…
Que el corazón se ponga transparente y abierto
como la cristalina ilusión del ocaso…
un ocaso divino, que persista en la noche
de las melancolías y de los desengaños…
(JRJ)
¿Qué tiempos son éstos, en que
es casi un crimen hablar de los árboles
porque equivale a callar sobre tantas maldades?
(BERTOLT BRECHT)
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