La palabra, definiendo, amordaza; el verso trazado
destierra a sus iguales más vaporosos, y medra, asesino,
en organizaciones que los versos imaginados
tan solo pueden rondar como fantasmas. Recios como las patatas,
como las piedras, sin conciencia, la palabra y el verso se resisten,
ceden bien poco. No es que sean burdos (aunque
con frecuencia luego haya que modificarlos
por delicadeza o equilibrio), sino que continuamente
me dan menos de lo que deben: por una razón
o por otra continúan decepcionándome.
Antipoética, antipictórica, la patata, en cambio,
apiña sus nudosos marrones en una página
inmensamente superior; y la piedra roma también.
3 comentarios:
El poema siempre es incompleto, siempre le falta (o le sobra) algo.
La vida vino a verte
y tú no estabas.
Florecen ya los árboles
y brilla mucho el sol,
pero tú ¿dónde estabas?
En cada cosa estás,
vivo ya para siempre.
(José Corredor-Matheos)
Hay metralletas de azufre en Twitter.
Hay vacío metalizado en Facebook.
Los WhatsApps son ceniza de palabras.
Omegle es un inmenso peep-show.
Y la soledad no sabe ser ella misma.
Anda perdida y desértica entre una multitud de espejismos.
Uno de ellos eres tú, You,
y otro soy yo, Stranger.
Eres tan ofensivamente desconocida
y yo soy tan desconocido para mí mismo
que nuestros desconocimientos supuran el flamante oropel
que tiene obstruidas las arterias del amor,
ese viejo cansado que nadie entiende ya.
El egoísmo lo ha convertido en una transacción más.
La velocidad, espídica, ha dejado atrás sus ceremonias.
La virtualidad ha corrompido hasta el delirio su semilla.
Entonces, ¿cómo encontrarte incendiada?
Entonces, ¿cómo encontrarme verdadero?
Ni siquiera podemos alzarnos
en sueño y ala,
reptamos como todos los demás
por una ciénaga laberíntica de píxeles,
sin la magia de la carne hecha vino.
Somos mentiras que se exhiben,
asépticamente impúdicas,
ante un espejo onanista.
Tú quieres mi eyaculación
y yo tu clamoroso orgasmo.
No queremos sumergirnos sabios
en la hospitalidad pringosa de un cuerpo,
en el tedio de un alma ajena y cotidiana,
perdemos el tiempo sólo en fugacidades.
Como, irrefrenables,
cambiamos de canal televisivo,
lo hacemos de vivo maniquí digital,
somos sólo fieles a nuestro narcisismo.
Y en esa cárcel estamos presos.
You, ¿te fugarías amorosamente conmigo,
te vendrías a esa fiebre llamada vida?
Allí por lo menos el dolor tendría raíces
en mi corazón disecado
y tu implacable ausencia
sería una nostalgia con gravedad.
Te añoraría tanto que esculpiría el recuerdo
de haberte alguna vez amado.
Y mi amor habría sido tan frondoso y cierto
que no seguiríamos siendo fantasmas
ahora que ha finalizado la conexión.
(PEDRO MAESTRE)
Publicar un comentario