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jueves, 29 de agosto de 2019

QUIÉN CANTA (por Isidro Saiz de Marco)

Canta. Canta bonito. Que nadie canta así. Que en verdad no hay quien sepa hacerlo como tú.

Alguien asume que el amor que siente ya no es correspondido, que habrá de vivir sin la persona amada. Pero ignora cómo hacerlo y si lo logrará. Por eso entona

¡Cuántas cosas quedaron prendidas
hasta dentro del fondo de mi alma!
¡Cuántas luces dejaste encendidas!
Yo no sé cómo voy a apagarlas.


Canta tu canción.

Muere quien quiso a Manuel y su adiós le vacía. Más aún porque recuerda que nunca pedía nada. Y que él no devolvió el amor recibido. Por ello escribe

Recuerdo
qué poco amé
a quien me amó
y entonces
quisiera marcharme
donde desde siempre
nos esperan
abiertos
puertos sin naves
de regreso


Canta como tú sabes.

A Miguel se le clava que, mientras está recluido en una cárcel, su mujer y su hijo sólo tienen cebollas para comer. Así que necesita cantar -mientras se imagina acunando a su hijito-

Vuela, niño, en la doble
luna del pecho.
Él triste de cebolla,
tú satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.


Canta más. Eres hábil para eso. Se te da bien.

Alguien descubre que, tras perder a la persona amada, las cosas que compartió con ella han perdido su valor. Con voz rota exclama

Tu calle ya no es tu calle:
es una calle cualquiera
camino de cualquier parte.


Sigue. Sigue cantando a través de ellos.

Otro padece porque ha perdido algo y, siendo ese sufrir lo único que le queda de aquello, no quiere que se vaya para siempre. Le brota entonces

Mi pena es muy mala,
porque es una pena
que yo no quisiera
que se me quitara.


No dejes de cantar.

Antonio ve en mayo florecer plantas, árboles. Retoña incluso un olmo que parecía seco. Es como si reviviera. Pero su joven mujer, muerta unos meses antes, no volverá nunca. Y afirma

Mi corazón espera,
también hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.


Vamos, artista, canta más.

Jorge Luis se reprocha que no ha sido feliz. Y lo lamenta, no por sí mismo, sino porque con ello ha dañado a quienes anhelaban verle alegre. Así pues anota

Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida
no fue su joven voluntad.


Sigue. No pares de cantar.

Alguien asistió a la muerte de su madre. Era de noche y había luna llena. Desde entonces, cada vez que ve brillar la luna recuerda esa pérdida. Ello le lleva a decir

Una noche de luna
murió mi madre.
A la luna no miro
por no acordarme.


Canta más, por favor.


Cèlia había oído decir "traición". Creía saber su significado. Pero nunca lo había sentido. Un día lo vive en su piel, en su carne: es traicionada. Y de ella sale

Tantas veces he escuchado la palabra traición
como si estuviera vacía por dentro, entraba
por mis oídos y allá se quedaba,
tapón de cera, sin llegar nunca al fondo del fondo.
Hasta hoy.

Qué amplio es tu repertorio.

Algo desgarrador debió pasarle a César para escribir que hay golpes en la vida que hacen que

el hombre... pobre... ¡pobre! vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada.
Vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada. 


Así que canta, dolor. Sigue y no pares.

Es tu don virtuoso, tu única utilidad.

Canta con tu voz honda. Con tu voz propia y múltiple.

Canta y canta, dolor, porque nadie en el mundo sabe hacerlo como tú.



2 comentarios:

casa de citas dijo...

Es que tengo alegre la tristeza.

(BÉCQUER)

Lloviendo amares dijo...

cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto ni la bronca

... cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la vida
y porque no podemos ni queremos
dejar que la canción se haga ceniza

(BENEDETTI)