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domingo, 8 de diciembre de 2019

El sótano de la memoria (por Anna Ajmátova)


Es absurdo vivir angustiada

y acosada por los recuerdos.

No visito a menudo la memoria,

pero ella siempre viene a sorprenderme.

Si con una linterna bajo al sótano

me parece oír cómo retumba

un terremoto en la estrecha escalera.

La interna se apaga, no puedo volver,

y sé que voy directa al enemigo.

Pido clemencia… pero allí

todo está oscuro y quieto. Ya se acabó mi fiesta.

Hace treinta años que las damas despidieron

a aquel pillo que murió de viejo…

Lástima, he llegado tarde.

Se me ha prohibido aparecer en ningún sitio.

Pero toco las capas de pintura en la pared

y me caliento junto a la chimenea. Qué milagro.

A través del moho, del aire enrarecido y del hedor

brillan dos verdes esmeraldas.

Maúlla el gato. Vamos a casa.


Pero ¿dónde está mi casa y dónde mi razón?


5 comentarios:

cajón desastre dijo...

Toques donde toques, la memoria duele.

F (tempus fugit) dijo...

TERESA PANZA Y UN CABALLERO DE LA MANCHA

La una y media y sereno. La una y media y vos, amada -sin ambages os lo digo: amada- deslizando el cañón aguzado de una oca sobre el papel marfil de Talavera...,excedente sin duda de una resma del buen Quijano, vecino y amo de vuestro esposo Sancho, ahora en California y por muchos años espero. Y todo porque me quede claro que ansiáis el abrazo de este caballero que os tiene en el punto de mira de su mosquete desde tiempo inmemorial. Pues os veía hace un lustro lavando ropa un un barreño, algo sudorosa, el corpiño abierto, la saya arremangada hasta el nacimiento de los muslos, la generosa grupa oscilante, los senos a punto de desbordar... Y entonces os fijasteis en mi persona y sé que algo conturbó vuestro ánimo y por un momento vuestra mano quedó como prendida en el aire, en suspenso, con un burdo calzón de hombre pendiente de los dedos. Os hubiese tomado allí mismo, tal como estabais, sobre la paja de un establo vecino. Pero fuime y no hubo nada.
Y ahora tengo el privilegio de decíroslo con discreción y a buen recaudo vuestra fama, pues lo que pudo haber sido mucho en nada se quedó..., como no sea la quemazón indeleble que, de allí en adelante, desvela algunas vigilias nocturnas de este que os viene amando en silencio..., que ahora termina.

tERESA pANZA dijo...

F. es un genio, no cabe duda. Seguro que escribe o tiene guardadas mil textos maravillosos y fascinantes. Y sin embargo nunca nos dice dónde están disponibles, o cómo leerlos. ¿Por qué?

Abrazote fuerte!

F dijo...

Este texto, buen A., es de 2015, y esta estafeta de apátridas inmensos fue su destinataria. Rebuscaba en un fondo de archivos y allí, enmudecidos (no sé si tristes), permanecían bastantes escritos que en su día había enviado a este limonar. Los amagos cervantinos -como este- están casi todos... Una suerte poder acceder a las páginas de un libro que se pensó perdido, abrirlo... y ver las glosas manuscritas, algún borrón de tinta, acaso una gota de sangre rediviva.
Salud.

TóTUM REVOLùTUM dijo...

Quien de verdad quiera conservar en la memoria lo sucedido, no debe entregarse a los recuerdos. El recuerdo humano es un proceso demasiado agradable como para retener el pasado; es lo contrario de lo que pretende ser. Porque el recuerdo puede más, mucho más: realiza con tenacidad el milagro de concertar la paz con el tiempo ido, en la que se volatiliza cualquier asomo de rencor y el blando velo de la nostalgia se deposita sobre todo lo que se percibió como duro acerado. Las personas felices tienen mala memoria y hermosos recuerdos.

(THOMAS BRUSSIG)