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jueves, 19 de diciembre de 2019

Y aún sigue siendo así (por Peter Handke)


Cuando el niño era niño
andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera cascada,
y este charco el mar.

Cuando el niño era niño
no sabía que era un niño;
todo para él tenía alma
y todas las almas eran una.

Cuando el niño era niño
no tenía opiniones sobre nada,
no tenía costumbres,
se sentaba con las piernas cruzadas,
echaba a correr de repente,
tenía un remolino en el pelo
y no posaba cuando le hacían fotos.

Cuando el niño era niño
fue el tiempo de preguntas como estas:
¿Por qué soy yo y por qué no soy tú?
¿Por qué estoy aquí y por qué no allí?
¿Cuándo empezó el tiempo y dónde acaba el espacio?
¿No es esta vida bajo el sol un sueño?
Lo que veo y oigo y huelo,
¿no es la apariencia de un mundo que oculta otro mundo?
¿Existe realmente el mal, y gente
mala de verdad?
¿Cómo es posible que yo, el que soy,
no existiera antes de existir,
y que un día yo, el que soy,
deje de ser este que soy?

Cuando el niño era niño
le daban asco las espinacas, los guisantes, el arroz con leche
y la coliflor cocida,
pero ahora come todo eso y no por obligación.

Cuando el niño era niño
despertó un día en una cama extraña
y ahora le sucede a menudo,
muchas personas le parecían hermosas
y ahora es un hecho excepcional,
podía imaginarse claramente el paraíso
y ahora a lo sumo puede intuirlo,
no podía concebir la nada
y hoy tiembla ante ella.

Cuando el niño era niño
jugaba ensimismado,
y ahora se entrega a las cosas como entonces, pero solo
si esas cosas son su trabajo.

Cuando el niño era niño
se conformaba con una manzana y pan,
y aún sigue siendo así.

Cuando el niño era niño
las moras le caían en la mano como solo las moras caen
y así es todavía,
las nueces crudas le dejaban la lengua áspera
y así es todavía,
sentía en cada montaña
el deseo de una montaña cada vez más alta
y en cada ciudad
el deseo de una ciudad más grande,
y todavía es así,
cogía las cerezas de la copa del árbol emocionado
como hace hoy todavía,
sentía timidez ante los extraños
y la siente todavía,
esperaba la primera nevada
y la sigue esperando todavía.

Cuando el niño era niño
tiró un palo como si fuera una lanza contra el árbol;
y ahí está, vibrando todavía.


1 comentario:

TóTUM REVOLùTUM dijo...

La única condición que me distingue es la de haber recorrido la vida sin dejar morir al niño de los inicios. Hoy, a los ochenta, lo soy. Las células jadean, los huesos chirrían, se deforma el muñeco carnal, pero el infante lozano lo asiste en su andadura por el jardín de los asombros. Ignoro qué, quién, dispuso que el tiempo me distinguiera así. Lo considero una gracia. De tal índole que la muerte deberá dejarle paso a este niño soberano, independiente de mí, cuando el hombre acabe. Cuando suceda, saltará hacia el nuevo asombro. Pino, pez, jazmín, ornitorrinco. La fiesta continúa.

(ESTEBAN PEICOVICH)