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lunes, 16 de diciembre de 2019

En la noche (por Robert Desnos)


En la noche están naturalmente las siete maravillas del mundo y la grandeza
y lo trágico y el encanto.
Los bosques se tropiezan confusamente con las criaturas legendarias
escondidas en los matorrales.
Estás tú.
En la noche están los pasos del paseante y los del asesino y los del guardia urbano
y la luz del farol y la linterna del trapero.
Estás tú.
En la noche pasan los trenes y los barcos y el espejismo de los países donde es de día.
Los últimos alientos del crepúsculo y los primeros estremecimientos del alba.
Estás tú.
Un aire de piano, el estallido de una voz.
Un portazo. Un reloj.
Y no solamente los seres y las cosas y los ruidos materiales.
Sino también yo que me persigo o sin cesar me adelanto.
Estás tú la inmolada, tú la que espero.
A veces extrañas figuras nacen en el momento del sueño y desaparecen.
Cuando cierro los ojos, las floraciones fosforescentes aparecen y se marchitan
y renacen como fuego de artificios carnosos.
Países desconocidos que recorro en compañía de criaturas.
Estás tú sin duda, oh bella y discreta espía.
Y el alma palpable de la extensión.
Y los perfumes del cielo y de las estrellas y el canto del gallo de hace 2000 años
y el grito del pavo real en los parques en llamas y besos.
Manos que se aprietan siniestramente en una luz descolorida y ejes que chirrían
sobre los caminos de espanto.
Estás tú sin duda a quien no conozco, a quien conozco al contrario.
Pero que, presente en mis sueños, te obstinas en dejarte adivinar en ellos sin aparecer.
Tú que permaneces inasible en la realidad y en el sueño.
Tú que me perteneces por mi voluntad de poseerte en ilusión pero que no acercas tu rostro
sino cuando mis ojos se cierran tanto al sueño como a la realidad.
Tú que en despecho de una retórica fácil donde la ola muere en la playa,
donde la corneja vuela entre las fábricas en ruinas, donde la madera se pudre crujiendo
bajo un sol de plomo.
Tú que estás en la base de mis sueños y que sacudes mi alma llena de metamorfosis
y que me dejas tu guante cuando beso tu mano.
En la noche están las estrellas y el movimiento tenebroso del mar, de los ríos, de los bosques,
de las ciudades, de las hierbas, de los pulmones de millones y millones de seres.
En la noche están las maravillas del mundo.
En la noche no están los ángeles guardianes, pero está el sueño.
En la noche estás tú.
En el día también.


3 comentarios:

Carla dijo...

Danza del sueño y danza de la vigilia. Nuestros dos bailes, nuestros dos mundos.

Fuego de palabras dijo...

Cuando el hombre
penetra en la mujer,
igual que el oleaje rompe contra la costa,
una y otra vez,
y la mujer abre la boca con placer
y sus dientes brillan
igual que el alfabeto,
Logos aparece ordeñando una estrella,
y el hombre
dentro de la mujer
ata un nudo
de modo que nunca
puedan volver a separarse
y la mujer
trepa a una flor
y traga su tallo
y Logos aparece
y desencadena sus ríos.

Este hombre,
esta mujer,
con su doble anhelo
han tratado de atravesar
la cortina de Dios,
y por un instante lo han conseguido
aunque Dios
en Su perversidad
desata el nudo.

(ANNE SEXTON)

casa de citas dijo...


Si una obra literaria es demasiado larga para ser leída de una sola vez, es preciso resignarse a perder el importantísimo efecto que se deriva de la unidad de impresión, ya que si la lectura se hace en dos veces, las actividades mundanas interfieren destruyendo al punto esa total unidad.

(EDGAR ALLAN POE)