Llueve y llueve
la tarde desde el cielo,
cayendo sobre el río,
bañando de frío el aire de este otoño.
Poco a poco la escarcha cae y sopla el viento helado
sobre las pocas personas que cruzan el arroyo o la colina,
mientras se desvanece la luz del sol que se ahogaba en mi habitación.
En todas partes, el rojo y el verde se marchitan:
no hay más esplendor que un día soleado.
Solo las olas del Río Largo
fluyen en silencio hacia el este.
No puedo soportar
ir tan alto y mirar hacia lo lejos, para ver donde
mi tierra natal se pierde en una niebla tan espesa
que carga de nostalgia mi corazón solitario.
Suspiro por todos los años que vagué.
¿Por qué debería demorarme sin ninguna esperanza?
Desde su habitación, mi amor
miraba con ojos de anhelo.
¿Cuántas veces ha confundido velas errantes
en el horizonte con aquellas velas que fueron mías?
¿Cómo podría saber ella que,
caminando junto a los rieles,
con esta fría tristeza en la cara, aún la sigo extrañando?
No hay comentarios:
Publicar un comentario