viernes, 24 de diciembre de 2010
He ocupado mi silla (por Eduardo García)
He cruzado el umbral. Estoy en casa.
Después del frío, el viento y los veranos
he venido. Saludo a los objetos
con un suspiro grave y respetuoso.
La sala decorada con flores que parecen
desplomarse carnívoras sobre los comensales.
He ocupado mi silla. Alguien comenta
el precio escaso de la vida humana
en un país remoto y las noticias
dejan caer promesas de un futuro
que merezca la pena. La mujer
me sirve una sonrisa.
El hombre habla con ella como quien acaricia
un sueño que se hiciera cotidiano.
Bajo el mantel los niños se pelean.
La sal. El pan. La mesa como siempre:
cada cual en su sitio, absorto en la tarea
de ser el personaje que la trama
dispone.
Así, ya ves, somos felices.
Ignoramos que un día la ausencia de la madre,
esa silla vacía, inconcebible,
hará que el niño aquél -al fondo de la escena-
escriba estas palabras.
Después del frío, el viento y los veranos
he venido. Saludo a los objetos
con un suspiro grave y respetuoso.
La sala decorada con flores que parecen
desplomarse carnívoras sobre los comensales.
He ocupado mi silla. Alguien comenta
el precio escaso de la vida humana
en un país remoto y las noticias
dejan caer promesas de un futuro
que merezca la pena. La mujer
me sirve una sonrisa.
El hombre habla con ella como quien acaricia
un sueño que se hiciera cotidiano.
Bajo el mantel los niños se pelean.
La sal. El pan. La mesa como siempre:
cada cual en su sitio, absorto en la tarea
de ser el personaje que la trama
dispone.
Así, ya ves, somos felices.
Ignoramos que un día la ausencia de la madre,
esa silla vacía, inconcebible,
hará que el niño aquél -al fondo de la escena-
escriba estas palabras.
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8 comentarios:
Sólo daros las gracias por vuestra selección y por la calidad de los poemas que colgais cada día.
Felices fiestas y año nuevo.
Gracias, Claudia, hacemos lo que podemos. Feliz Navidad también para ti.
Saludo a los objetos, dice el poema... Y hay que ver cómo los objetos resisten el envejecimiento, cómo aguantan imperturbables el paso del tiempo. Los objetos no envejecen. No se arrugan. No encogen. No se deforman. No caducan. No mueren.
Piso las mismas baldosas sobre las que jugué de niño (sí, hubo un tiempo en que fui un niño), el mismo yo que no soy ése, ahora tan distinto.... Pero las baldosas siguen ahí, ellas, las mismas: iguales, imperturbables, perennemente ellas.
Desde luego son los más resilientes
Me pregunto si podemos llegar a sentir envidia de las piedras, de los océanos, de las montañas, de las cosas y objetos en general, porque nosotros morimos y ellos no mueren. Ellos son inconscientes pero inmortales.
Desde luego que sí, nosotros mientras vivimos, parecemos petardos borrachos, de aquí para allá, consumiendo nuestra existencia e hipertrofiándonos para poder aguantar.
Bienaventurados los que creen en los pasos de peatones, porque ellos verán el reino de los cielos.
Desbautizar el mundo,
sacrificar el nombre de las cosas
para ganar su presencia.
(ROBERTO JUARROZ)
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