martes, 21 de diciembre de 2010
Mis tres fauces (por Francisco Brines)
El perro aquel aulló varios veranos
siempre solo en la casa abandonada.
Aún sigue su terror en mis oídos,
dentro de mí aúllan
(con el miedo de Cristo abandonado
en el viejo olivar)
las fauces de aquel perro, tan sediento
de alguna compañía,
en aquel cielo azul que se apagaba
por entre las palmeras y naranjos
donde mi juventud
se miraba en el mundo.
Yo soy ahora el perro, que aún no ha muerto,
y soy también el miedo de Cristo abandonado
en el viejo olivar,
bajo los astros fríos.
Mis tres fauces:
del animal que soy,
de Dios (que me abandona)
y estos restos de espíritu y de carne
que se muerden.
siempre solo en la casa abandonada.
Aún sigue su terror en mis oídos,
dentro de mí aúllan
(con el miedo de Cristo abandonado
en el viejo olivar)
las fauces de aquel perro, tan sediento
de alguna compañía,
en aquel cielo azul que se apagaba
por entre las palmeras y naranjos
donde mi juventud
se miraba en el mundo.
Yo soy ahora el perro, que aún no ha muerto,
y soy también el miedo de Cristo abandonado
en el viejo olivar,
bajo los astros fríos.
Mis tres fauces:
del animal que soy,
de Dios (que me abandona)
y estos restos de espíritu y de carne
que se muerden.
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10 comentarios:
Quien corteja a una casada, tiene la vida prestada.
Mi corazón es francés, pero mi coño es internacional
(ARLETTY -actriz francesa que durante la ocupación de Francia por los nazis fue amante de un oficial alemán-.)
Viniendo los pájaros te dirán
cuándo las frutas en sazón están.
El tiempo huye por miedo a ser cogido con el botín de nuestra vida entre sus manos.
(ALMUZARA)
Se pee el enfermo
y el doctor lo festeja:
¡Sólo eran gases!
(CRESPO)
Saber que soy mortal me reconforta.
Todo el peso del mundo
que sostienen mis hombros
ha de rodar un día, sin mí, ladera abajo.
(JUAN RAMÓN JIMÉNEZ)
De vacío en vacío
un sendero sin hilo
pisé con pies de autómata
y detenerse —morir— o avanzar
eran indiferentes
(EMILY DICKINSON)
Si quererte ha sido un crimen,
criminal no he sido yo.
Criminal fue tu hermosura
que a quererte me obligó.
A falta de viento, tenemos los remos.
Y existen, en fin, cosas que el hombre no quiere confesarse ni siquiera a sí mismo.
(DOSTOYEVSKY)
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