jueves, 23 de diciembre de 2010
Qué ha sido de quien fui (por Fernando Pessoa)
Esta vieja angustia,
esta angustia que traigo hace siglos en mí,
rebasó la vasija, en lágrimas, en grandes imaginaciones,
en sueños al estilo de pesadilla sin terror,
en grandes emociones súbitas sin sentido alguno.
Rebasó.
¡Mal sé cómo conducirme por la vida
con este malestar haciéndome dobleces en el alma!
¡Si al menos enloqueciera de veras!
Pero no: es este estar entre,
este casi,
este poder ser que
esto.
Un interno en un manicomio es, al menos, alguien,
yo soy un interno en un manicomio sin manicomio.
Estoy loco en frío,
estoy lúcido y loco,
estoy ajeno a todo e igual a todos:
estoy durmiendo despierto con sueños que son locura
porque no son sueños.
Estoy así...
¡Pobre vieja casa de mi infancia perdida!
¡Quién te iba a decir que yo me desacogería tanto!
¿Qué es de tu niño? Está loco.
¿Qué es de quien dormía tranquilo bajo tu techo provinciano?
Está loco.
¿Qué ha sido de quien fui? Está loco. Hoy es quien yo soy.
¡Si al menos tuviera una religión cualquiera!
Por ejemplo, por aquel fetiche
que había en casa, allá en aquélla, traído de África.
Era feísimo, era grotesco,
pero había en él la divinidad de todo en lo que se cree.
Si yo pudiera creer en un fetiche cualquiera
-Júpiter, Jehová, la Humanidad —
cualquiera serviría,
¿pues qué es todo sino lo que pensamos de todo?
¡Estalla, corazón de vidrio pintado!
esta angustia que traigo hace siglos en mí,
rebasó la vasija, en lágrimas, en grandes imaginaciones,
en sueños al estilo de pesadilla sin terror,
en grandes emociones súbitas sin sentido alguno.
Rebasó.
¡Mal sé cómo conducirme por la vida
con este malestar haciéndome dobleces en el alma!
¡Si al menos enloqueciera de veras!
Pero no: es este estar entre,
este casi,
este poder ser que
esto.
Un interno en un manicomio es, al menos, alguien,
yo soy un interno en un manicomio sin manicomio.
Estoy loco en frío,
estoy lúcido y loco,
estoy ajeno a todo e igual a todos:
estoy durmiendo despierto con sueños que son locura
porque no son sueños.
Estoy así...
¡Pobre vieja casa de mi infancia perdida!
¡Quién te iba a decir que yo me desacogería tanto!
¿Qué es de tu niño? Está loco.
¿Qué es de quien dormía tranquilo bajo tu techo provinciano?
Está loco.
¿Qué ha sido de quien fui? Está loco. Hoy es quien yo soy.
¡Si al menos tuviera una religión cualquiera!
Por ejemplo, por aquel fetiche
que había en casa, allá en aquélla, traído de África.
Era feísimo, era grotesco,
pero había en él la divinidad de todo en lo que se cree.
Si yo pudiera creer en un fetiche cualquiera
-Júpiter, Jehová, la Humanidad —
cualquiera serviría,
¿pues qué es todo sino lo que pensamos de todo?
¡Estalla, corazón de vidrio pintado!
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4 comentarios:
Veo últimamente a muchas pessoas que, como el luso, llevan puesto en la cara un rictus enajenado, una mirada que, a fuer de crispada, se me antoja siempre gris...
Suelen llevar colgada del brazo una bolsa de malla de red y así recorren las calles de los mercados, las tiendas de los barrios.
Casi nunca se les ve realizar una compra, pagar al tendero, protestar por algo... Deambulan desorientados, como avergonzados de estar allí.
Alguno he visto que, cuando cree que no lo ven, abre la tapa de los contenedores de la basura y echa en la bolsa algún despojo...
Son legiones de marginados que caminan como sonámbulos por estas Gomorras que han venido a ser nuestras obscenas ciudades por la Navidad.
Hay que fijarse para verlos, porque tratan de disimular su indigencia, la humillación que les
anonada; a ellos, que fueron criados en el culto a la abundancia y al consumo insensato.
Esto que cuento, Emilia, no se me tome por politiqueo o comentario oportunista. Es más oportuno que las anodinas luminarias que han colgado en mi calle; que los estúpidos papasnoeles que escalan (cuatro) la fachada que veo frente a mí, cuando levanto la vista del teclado; que los villancicos que salen de una carpa que colecta limosnas para los sin techo (los albergues para indigentes están desbordados por estos pagos).
Esto también es Navidad; yo diría que ES la Navidad.
Emilia, te deseo de corazón que hagas un alto en la ingrata peripecia y que disfrutes de las fiestas con alegría..., que ella siempre nos ha de asistir.
Saludos a Aitor.
A tí, un beso, Emilia.
Salud.
Gracias, F., es la otra cara de la Navidad.
Leo hoy en Babelia un poema de Brodsky (un autor que no conocía) sobre la Navidad y se me ocurre copiarlo y dedicártelo. FELICIDADES:
Se titula
UNO DE ENERO DE 1965
Los Reyes Magos olvidarán tu dirección.
No habrá estrellas sobre tu cabeza.
Acaso sólo el ronco bramido del viento
escuches como en otros tiempos.
A tus hombros cansados les quitarás la sombra,
cuando apagues la vela, antes de acostarte,
pues el calendario nos promete
más días que velas.
¿Qué es esto? ¿Tristeza? Tal vez sea tristeza.
Una canción que te sabes de memoria.
Que se repite. Pues que se repita.
Que se repita desde ahora.
Que suene también a la hora de la muerte,
como gratitud de labios y ojos,
hacia lo que, a veces, nos obliga
a perder la mirada en la lejanía.
Y mirando en silencio al techo,
porque el calcetín, claro, está vacío,
comprenderás que la avaricia sólo es garantía
de que eres demasiado viejo.
De que ya es tarde para creer en milagros.
Y lanzando tu mirada al cielo,
sentirás de repente que tú mismo
eres un regalo sincero.
(Joseph Brodsky)
Quien deja camino viejo por nuevo, sabe lo que deja pero no lo que encuentra.
(proverbio italiano)
Yo no dejo de mirarte,
que no cabes en el mundo
con ser el mundo tan grande.
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