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miércoles, 6 de junio de 2012

Las estrellas (por Ray Bradbury)




Sí, amigos, se nos fue Ray Bradbury. El poeta a tiempo completo: en verso y en prosa. El rapsoda de lo terrestre y de lo extraterrestre. El hombre que decía "No he trabajado un solo día de mi vida"; "Aún no me explico que me paguen por escribir, o sea, por pasarlo tan bien". Gracias, Ray. Con tu disfrute nosotros también disfrutamos.





Como diminuto homenaje reproducimos, precisamente hoy, este poema suyo.





No han visto las estrellas.


Ni una, ni una siquiera


de todas las criaturas de este mundo


en todas las edades desde que las arenas tocaron por primera vez el viento


ningún animal, ni uno siquiera


entre todos los animales se ha parado


en pradera, en llano o en colina


y ha conocido la emoción de ver esos fuegos;


nuestras almas admiran lo que ellos nunca, nunca conocieron.


Millones de años que giran las esferas


pero ni una sola vez en todos esos años


un león, un perro, un pájaro que hiende los aires


ha mirado eso. ¡Oh, Dios! ¡Las estrellas!


¡Ninguno ha mirado!


Como si el tiempo todo nunca hubiera sido,


ni Universo, ni Sol, ni Luna o simple luz de la mañana.


La tragedia de ellos fue muda y ciega. Aún lo es.


¿Nuestra vista?


Sí, ¿la nuestra? Saber ahora lo que somos.


Pensar en esto y después elegir: y ahora… ¿qué?


Nacer en la áspera Tierra, habitar un escenario, que,


con todo lo que contiene, apenas visto queda borrado, obnubilado


como si todos estos milagros nunca hubieran sido.


¿Vastos remolinos de sonora luz, de fuego y hielo,


apenas vistos y ya perdidos?


¿Y nosotros, con nuestra carne frágil y los nuevos ojos de Dios


que se elevan y abarcan e indagan los cielos?


Contemplamos las estaciones sucediéndose en la marea lunar


y conocemos los años, recordando lo que ha muerto.


Oh, sí. Tal vez hubo pájaros que algunas noches


sintieron que Orión se levantaba y afinaron el vuelo


virando al sur,


porque hay mapas de estrellas grabados en sus dulces sueños de amor,


y así parece.


Sí, pero ¿ver?, ¿ver y conocer realmente?






Y, al conocer, querer tocar esos fuegos,


crecer hasta que la poderosa frente del alto hombre de Lamarck


domine los terremotos, golpee la Luna,


se extienda hasta Marte y los anillos de Saturno;


y mientras crece aspire a enseñar


a las demás criaturas


a volar con sus sueños y no con viejas alas.


Pensad en esto, pues. ¡Somos los primeros! Los únicos.


a quienes Dios ha honrado con sus soles que surgen.


Para nosotros los dones: Aldebarán, el Centauro, nuestro vecino Marte.


Despertaos, dice Dios. Mirad eso. Id por ellas.


Las estrellas. Oh, Dios, muchas gracias. ¡Las estrellas!

6 comentarios:

Manuel Marcos dijo...

Emocionante y reflexivo Bradbury, una maravilla de poema, y de sitio aquí, os sigo, encantado de conoceros, un afectuoso saludo.
Manuel

Pablo Veiga dijo...

No sólo las estrellas. También el arco iris. ¿Creéis que algún animal (aparte de nosotros) se detuvo alguna vez a (ad)mirar el arco iris?

Al dijo...

Relacionado con algunas funciones y entidades psíquicas que solemos considerar casi exclusivas del ser humano, os quiero contar algo que observé hace unos días en unos prados cercanos a mi casa:
Había reparado en el extraño comportamiento de una bonita vaca frisona, casi una novilla, que se había apartado del resto de las reses de la vacada y deambulaba por los pastos entre mugidos y extrañas querencias... En un momento dado, saltó con estropicio del hilo electrificado los lindes del coto que había dispuesto el propietario de las vacas y penetró en mi finca, llevándose por delante las ramas bajas de unos cuantos frutales. Era muy raro el comportamiento del animal: ¿estaría enfermo?, llegué a pensar.
Luego, salió al camino vecinal y emprendió un trote cuesta arriba, hasta que la perdí de vista. Seguían los desesperados mugidos en lejanía... Una hora después, volvió a juntarse con el resto del ganado y prosiguió con aquel deambular inquieto y solitario.
Hasta que llegó el dueño de las vacas y me explicó que la frisona en cuestión había parido el día anterior y que le habían retirado provisionalmente la cría. Ahora lo entendía todo: buscaba con desespero al hijo perdido...
¿No había implícitas en ello funciones que me resisto atribuir exclusivamente a eso que se llama despectivamente "instinto"?. Había memoria, tesón y...sentimiento en aquella vaca que buscaba a su ternero recién nacido. ¿O no?
Ante actitudes como esta, permitidme que dude de la superioridad moral del comportamiento humano sobre el del resto de los animales.

Manuel dijo...

Ajena a Andrómeda,
lenta, quizá feliz,
la cochinilla.

Cide Hamete Benengeli dijo...


Si el querer que puse en ti
lo hubiera puesto en un bicho,
se vendría detrás de mí.

Círculo Cultural FARONI dijo...


El hilo siempre se corta por la parte más delgada.

(proverbio húngaro)