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martes, 24 de septiembre de 2013

Con vistas a tu piel (por Joaquín Sabina)


Pedí dos camas con ventanas al mar.
Mejor que salgas sola del ascensor.
Conozco un chino cerca para cenar.
Inventa un nombre falso y déjalo en Recepción.
Le he dicho al camarero que nos suba champán.
Un siglo y tres minutos. 

¿Cuándo vas a llegar?
Prepararé un canuto bien cargado en tu honor.
La llave está en la puerta: 
cuarto 72.
Tal vez se deje seducir el azar.
Abriga más cuando es furtivo el amor.
Con seis ducados arrugados y un par de botas medio rotas 
se camina mejor.
Te besaré la nuca mientras miras saltar 
las olas entre las farolas del malecón.
Ponte el liguero que por Reyes te regalé.
Ven a la cama, nos persigue el amanecer.
Tú sabes que en el purgatorio no hay 
amor doméstico con muebles de eskái.
No es que no quiera, es que no quiero querer 
echarle leña al fuego del hogar y el deber.
La llama que me quema cada vez que te veo 
me dice que es absurdo programar el deseo.
Al cabo de unos años estaríamos los dos 
adustos y aburridos frente al televisor.
Hotel, dulce hotel. 
Hogar, triste hogar.
Estatuas de sal. 
Habitación con vistas a tu piel.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

hay mucha poesía(aunque a veces algo ripiosa -no es el caso-) en las letras de Sabina, el conde Crápula.

mailconraul dijo...

Un auténtico versificador nunca pone su pluma al servicio de la política ni hace un panfleto con las cejas.

Círculo Cultural FARONI dijo...


Con una cucharada de miel atrapas más moscas que con veinte barriles de vinagre.

(proverbio rumano)

cajón desastre dijo...



¿Y si todo esto sucede en un laboratorio? ¿Bajo sólo una lámpara de día y miles de millones por la noche? ¿Y si somos generaciones en prueba?

(SZYMBORSKA)

TóTUM REVOLùTUM dijo...


Es mejor no saber que saber mal.

cajón desastre dijo...


Qué difícil saberlo. La Belleza
no era la belleza de los libros de Historia
del Arte —¿el Partenón?, ¿la Capilla Sixtina?,
¿los "Nenúfares" de Monet al óleo
o los vitrales góticos de Chartres?,
nada de eso importaba, bien miradas las cosas—,
sino las bragas negras de algodón de Virginia,
en primer plano, desde mi pupitre.

'Oh my God'. Qué buenorra —o 'buenarrotti'— estaba.
Qué-nivel-Maribel, de nueve a diez
—los martes y los jueves—, al descruzar en clase,
tan 'botticellimente', o qué sé yo,
como dos iniciales en mayúsculas,
las larguísimas piernas de la Felicidad
o aquel interminable mes de Abril-
y-cerrar-de-ojos (que dura todavía).

Al irse en mayo, con todos sus vestidos,
las ruinas clásicas no eran ya de otro mundo.

(LÉRIDA)