He matado nuestra vida juntos,
he cortado cada cabeza,
con sus tristes ojos azules atrapados en una pelota de playa,
rodando por separado afuera del garaje.
He matado todas las cosas buenas
pero son demasiado tercas.
Se cuelgan.
Las pequeñas palabras de tu compañía
se han arrastrado hasta su tumba,
el hilo de la compasión,
como una frambuesa querida,
los cuerpos entrelazados
cargando a nuestras dos hijas,
tu recuerdo vistiéndose
temprano,
toda la ropa limpia, separada y doblada,
tú sentándote en el borde de la cama
lustrando tus zapatos con un cepillo,
y yo te amaba entonces, eras tan sabio desde la ducha,
y te amé tantas otras veces
y he estado por meses
tratando de ahogarlo,
presionando,
para mantener su gigantesca lengua roja
por debajo, como un pez.
Pero a donde quiera que yo vaya están todos en llamas,
el róbalo, el pez dorado, sus ojos amurallados flotando
ardiendo entre plancton y algas marinas
como tantos otros soles azotando las olas,
y mi amor se queda amargamente brillando,
como un espasmo que se niega a dormir,
y estoy indefensa y sedienta y necesito una sombra
pero no hay nadie para cubrirme,
ni siquiera Dios.
4 comentarios:
Manos que un día se entrecruzaron, hoy se descruzan. Adiós, adiós.
El matrimonio es la principal causa de divorcio.
Casadera ya saliste
de la casa de tus padres.
Nunca volverás a entrar
con la libertad que sales.
Si los cónyuges no vivieran juntos abundarían más los buenos matrimonios.
(NIETZSCHE)
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