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sábado, 4 de febrero de 2017

Lamento por los pies de Andrew Sinclair (por Juan Gelman)


cuando en Toledo Ohio andrew sinclair
empezó a caminar sobre el mundo
dijo "esto es así" y no lloró
pensó lo verde de la época

acostó la cabeza en los pechos maternos como fatigado de pronto por tanta comprobación
los pechos daban flores de leche que caían al piso
y calentaban la memoria
ahora que andrew sinclair es grande

andrew sinclair es grande o es triste
con candelas encendidas pasó lo bajo de la noche
¡oh corazón ardiente hecho pedazos!
los fue sembrando como fieras o furias

¿pero andrew sinclair está aquí?
¿todavía hace sonar su tristeza como un terrible cañón?
¿no caza pajaritos?
¿anda por ahí andrew sinclair?

en la mitad de su memoria la mamá está de pie
dándoles de comer a las gallinas o lavando los platos
con manos lentas bellas grises
que daban brillo como el sol

y abrigaban al andrew sinclair ¡ah caminante!
los demonios del valle le comieron los pies
pero él se inclinaba bajo el sol
brillando como madre

los demonios tienen dos cuernos en la cabeza y pelos en los pies
y echan llamas por la boca y el culo
se comen los ratones sin pelar
bailan como gitanos se beben de un trago medio balde de agua

pero andrew sinclair no
él tiene un joven corazón
lleno de islas con tigres y garzas
bellísimo bellísimo

abajo de andrew sinclair había un río
y más abajo un sol
y debajo la noche
para nosotros dos



4 comentarios:

indecible dijo...

Hay muchas naciones en el mundo, pero ninguna dentro de mí.

(ARAMBURU)

Cide Hamete Benengeli dijo...

Yo me metí en una huerta
a comerme una manzana
y me pilló el hortelano
comiéndome a la hortelana.

Anónimo dijo...

Ay qué picantón y picAitor!!!

Lloviendo amares dijo...

La adulta recordaba aquellas calles

en que vivió de niña,

los juegos con la cuerda, las esquinas

del norte de Dublín, esas mansiones

más tarde vueltas casas de vecinos

sórdidas, duras, hacinadas

como en dramas de O’Casey

o el eco del hollín en la miseria.

Como versos certeros, las palabras

no hablaban de esto ni de aquello,

lo componían

igual que los ladrillos las fachadas

y la hiedra plural y minuciosa

que entreteje el ahora  y su pasado.

Paula era la niña que fue Paula.

Nosotros sus vecinos, sus amigos

que tiramos también de aquella soga

cuyo cabo se amarra a aquellos días,

el ancla del ayer en la tormenta.



(RIVERO TARAVILLO)