Vi a mi padre desnudo, una vez, abrí
la puerta azul del baño,
que él siempre trababa –si se abría, no había nada–
y ahí, rodeado de brillantes cerámicas
turquesas, sentado en el inodoro, estaba mi padre,
todo él, y todo él
era piel. En un instante, mi mirada lo recorrió
de un único, súbito, limpio
tirón, hacia arriba: dedos del pie, tobillo,
rodilla, cadera, costilla, cuello,
hombro, codo, muñeca, dedos
mi padre. Se veía tan desprotegido,
sin costuras, y tímido, como una nena en el inodoro,
y si bien yo sabía que estaba sentado ahí
para defecar, no había vergüenza,
había una paz humana. Él me miró,
yo dije Perdón, retrocedí, cerré la puerta
pero lo había visto, mi padre un cordero esquilado,
mi padre una nube en el cielo azul
del baño azul, mi ojo había subido
por la montaña, la ruta sinuosa del
hombre desnudo, había doblado la esquina,
y descubierto su costado frágil –tierna
barriga, frontera de la pélvica cuna.
4 comentarios:
Es un poema muy bonito. Ese "todo piel" es un acierto grande. En cambio, echo de menos que se nos informe de la edad del hijo. No es lo mismo el poema si el que entra en el baño es un niño, que un preadolescente, que un joven...
No está en mi antología porque ésta es sólo de poesía hispánica.
Gracias, Enrique, por tu visita y comentario. Es un placer y un honor que te acerques a nuestro modesto blog.
El placer, mío. Y el error. He caído en que Miss OS es señora o señorita, lo que vuelve quizá mi pregunta sobra su edad todavía más vital; y quizá más comprensible que ella prefiriese (un velo de pudor) callarla.
Siento tu cuerpo entero junto al mío;
tu carne
es
como un ascua,
fresca e imprescindible
que está fluyendo hacia
mi cuerpo, por un puente
de miel lenta y silábica.
Hay un solo momento en que se junta
el cuerpo con el alma,
y se sienten recíprocos,
y viven
su trasfiguración,
y se adelantan
el uno al otro en una misma entrega,
desde su mismo origen deseada.
Siento tus labios en mis labios, siento
tu piel desnuda y ávida,
y siento,
¡al fin!
esa frescura súbita
como una llamarada
de eternidad, en que la carne deja
de serlo y se desata,
se dispersa en el vuelo,
y va cayendo
en la tierra sonámbula
de tu cuerpo que cede interminable-
mente cediendo,
hasta
que el vuelo acaba y ya la carne queda
quieta, milagreada,
y me devuelve al cuerpo,
y todo ha sido
un pasmo, un rebrillar y luego nada.
(LUIS ROSALES)
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